sábado, 1 de agosto de 2009

Al rescate del gris, Por Sergio Sinay


Publicado en La Nación, el Domingo 29 de junio de 2008

 


Sostenía Carl Jung (1875-1961), pionero de la psicología profunda, buceador del inconsciente colectivo, que si algo existe es porque existe su contrario. Sabemos lo que es la luz porque conocemos la oscuridad. Podemos nombrar el frío porque podemos decir calor. Sabemos de lo suave por lo áspero, del amor por el odio, del bien por el mal, y la lista de polaridades puede continuar hasta el infinito (alto y bajo, tierra y aire, agua y fuego, alegría y tristeza, vacío y lleno, etcétera). Y cada polaridad no sólo evoca lo opuesto, sino también, y fundamentalmente, lo complementario. Esto significa que cada término necesita del otro para existir, para ser captado, para alcanzar entidad. ?Para conocer algo, es necesario conocer lo que ese algo es y lo que ese algo no es?, expresa con sabiduría el doctor Norberto Levy, médico psicoterapeuta que ideó el modelo de autoasistencia psicológica. Y añade: ?Quien carece de la capacidad de percibir lo que no hay, lo que no puede, lo que no sabe, se aferra a conclusiones y trata de convertirlas en verdades absolutas?.


Las situaciones de intolerancia, de intransigencia, de rigidez en los conceptos y en las actitudes que preocupan al lector Correa, y que plantea con tanta claridad, pueblan nuestra experiencia cotidiana en lo privado, en las relaciones familiares, en las sociales, en la política, en los deportes, en el simple devenir de conversaciones y transacciones. El pensamiento dualista, nacido con Platón y entronizado definitivamente en Occidente con Descartes (1596-1650), el racionalismo y el desgarramiento entre el hombre por un lado y la naturaleza por el otro, calan hondo en nuestra cultura, en nuestra manera de pensar y actuar. Nos limita, nos obliga a excluir, nos empuja a construir dogmas y a perder aprendizajes. No soporta la incertidumbre, nos empuja al voluntarismo de ver las cosas como queremos o necesitamos verlas y a tratar de que sean así, cueste lo que cueste. Y a menudo los costos son altos. Para las personas, para las instituciones, para los países.


¿Por qué escuchando un argumento y el otro parecería que cada uno sostiene razones que parecen justas?. Porque, con frecuencia, las dos partes tienen una cuota de razón, pero a ambas les cuesta aceptar la parte de razón que hay en la otra. Si las cosas tienen que ser blancas o negras, perdemos la riqueza y los matices del gris (injustamente desvalorizado). Si tengo blanco y negro puedo acceder a infinitas variaciones de gris. En él se integran, sin desaparecer, el blanco y el negro. Aprender a fabricar grises, a complementar polaridades, abre la conciencia, expande la realidad. Se pueden aceptar razones del otro sin negar las propias. La noche y el día no se excluyen, se suceden, e incluso, en el amanecer y en el crepúsculo, se integran y dan lugar a algo nuevo.


sergiosinay@gmail.com