domingo, 24 de diciembre de 2017

No te deseo felicidad para el próximo año–de Mirta Medici, Psicóloga

No te deseo un año maravilloso donde todo sea bueno.
Ese es un pensamiento mágico, infantil, utópico.


Te deseo que te animes a mirarte, y que te ames como eres.
Que tengas el suficiente amor propio para pelear muchas batallas, y la humildad para saber que hay batallas imposibles de ganar por las que no vale la pena luchar.


Te deseo que puedas aceptar que hay realidades que son inmodificables, y que hay otras, que si te mueves del lugar de la queja, puedes cambiar.
Que no te permitas los "no puedo" y que reconozcas los "no quiero".


Te deseo que escuches tu verdad, y que la digas, con plena conciencia de que es sólo tu verdad, no la del otro.


Que te expongas a lo que temes, porque es la única manera de vencer el miedo.


Que aprendas a tolerar las "manchas negras" del otro, porque tú también tienes las tuyas, y eso anula la posibilidad de reclamo.


Que no te condenes por equivocarte; no eres todopoderoso.
Que crezcas, hasta donde y cuando quieras.


No te deseo que el próximo año te traiga felicidad. Te deseo que logres ser feliz, sea cual sea la realidad que te toque vivir...

sábado, 23 de diciembre de 2017

Precio

Un hombre se acerca a una mujer que está sentada en la barra de un bar. Después de un poco de conversación superficial, el hombre le propone que tengan sexo juntos. Ella le contesta que de ninguna manera iba a hacer eso. El hombre la mira fijamente y le dice que le ofrece un millón de dólares para que lo hagan. La mujer se queda pensativa y en silencio por unos minutos.  El hombre la interrumpe y le dice, ok, ok, ok. Para que tengamos sexo te ofrezco un dólar. La mujer enfurecida le dice que clase de mujer se cree que soy. Él le contesta: “eso ya ha quedado claro, ahora estamos negociando”

viernes, 22 de diciembre de 2017

Nacemos dos veces y lo ideal es no perder la vida más que una - Santiago Kovadloff

http://www.lanacion.com.ar/2091510-nacemos-dos-veces-y-lo-ideal-es-no-perder-la-vida-mas-que-una

Cumplí, días pasados, 75 años. Y voy a hablar de la muerte que anhelo. Lo haré no sin antes volver a agradecer los cumplidos recibidos en la fecha y los deseos sinceros de quienes aspiran a persuadirme de que lo mejor es cambiar de tema. Nada, aseguran, justifica en mi estado actual de salud que me empeñe en este asunto. No faltan, tampoco, los buenos amigos que recurren a una presunta objetividad para asegurarme que, en los días que corren, se han ampliado tanto las fronteras que, a mis años, se es mucho más joven que en el pasado y que, por lo tanto, la expectativa de vida es justificadamente mayor. Y todo ello sin dejar de extender esa gratitud a quienes, al conocer mi edad, no dudan en jurar que no la aparento y, enfatizando su convicción, me recuerdan que son, sin sombra de duda, muchos los hombres de mi generación que desearían encontrarse, a los 75 años, tan bien como yo me encuentro. A todos, mil gracias.

Es cierto: estoy bien de salud. La alegría de vivir no me abandona. Disfruto del amor con una mujer que me conmueve. Mi vocación de escritor está intacta. Conozco el fervor de la amistad. Siempre quise tener por oficio la enseñanza y mi entusiasmo en su práctica no ha languidecido. Leo con avidez. Estudio, incluso, con más perseverancia que en el pasado. No sé vivir sin música. Su enigma y su hermosura me acompañan. La fortuna me ha bendecido con tres hijos artistas. Conozco la emoción de ser abuelo.

¿Entonces, qué? ¿Me doy acaso por cumplido y, saciado, quiero partir? ¿Ya lo tengo todo y nada me queda por ganar? ¿Se ha quedado sin futuro mi deseo? Nada de eso: obro y deseo con la intensidad de siempre. Lo que no quiero, lo que temo, justamente, es que la muerte se olvide de abrazarme cuando ya no pueda vivir como vivo. Con esta intensidad, con este deseo. Cuando de mí no quede sino un saldo, el rescoldo cada vez más frío de un fuego que se apagó. Y creo que, para que eso no suceda, lo mejor sería no abusar de los años. No jugar a la ruleta. No quiero ser mi deudo. No quiero dejarme cebar por la tentación de trescientos días más y luego otros trescientos y terminar perdiéndolo todo, extraviado en lo estéril. ¿Pero qué hacer para remediarlo si se renuncia, como en mi caso, al suicidio? Hay gente afortunada y gente en manos del infortunio. La primera es arrancada a sus pasiones sin haberlas perdido. En el goce de su intensidad. La segunda se sobrevive, integra la extensa caravana de los que se han excedido durando más años de los que lograron vivir. Inexisten; son pura permanencia. O nostalgia sin más de lo sido.

No hay arte del bien morir. Nadie puede, en esta materia, ser el artesano de su suerte. Tal como yo lo quiero, el arte del bien morir no es otra cosa que el ser arrebatado, tras un largo ejercicio, en el goce cabal de nuestras facultades; lejos de los tormentos que impone el deterioro del cuerpo y de la mente. El arte es construcción, es obra. Y, en este caso, no hay como llevarla a cabo. La iniciativa, si rehuimos el suicidio, no puede ser nuestra. Y si la muerte oportuna, tal como la entiendo, no llega cuando se la reclama, sólo cabe implorar que sobrevenga. Que el azar, en su arbitrariedad, nos privilegie. Que nuestra súplica llegue al domicilio de ese alguien que carece de residencia fija. O a los oídos de un sordo que sólo escucha los latidos de su impulso ciego.

Sé de qué hablo. "Fallecí" de ese modo anhelado el 6 de agosto de 2002. Yo dictaba una clase en casa: Molière en su Misántropo era el tema. El diálogo fluía en un grupo entusiasta. Dicen, los que entonces me vieron, que lo mío fue algo fulminante. Recuerdo un último momento antes del derrumbe: pregunté si ellos, los alumnos, oían como yo una melodía. Luego, cuentan, caí como una piedra. Cuando desperté, minutos más tarde, estaba en una silla de ruedas. Mi mano, inerte, en la mano de mi mujer. Bajábamos en un ascensor. Epilepsia, diagnosticaron. Semanas después, razonablemente repuesto, comprendí que había vivido la muerte ideal. No hubo transición en aquella tarde de agosto. No hubo dolor. Simplemente, estaba inmerso en lo que tanto quería y de pronto desaparecí.

No, no soy devoto de las cifras. Noventa, para mí, no es más que setenta, por mejor que se esté a los noventa. Noventa y setenta se podrían homologar si el júbilo diera sustento a las dos edades. Pero no nos engañemos. Es muy poco probable que sea así. Noventa, en este asunto, resulta fatalmente mucho menos que setenta.

Mi vida ha sido larga. Y larga porque abunda en logros y emociones. No hablo sólo de alegrías. Hablo de intensidades. De revelaciones que reflejaron miserias y riquezas. No me quiero residual. Ni me parece indispensable que una buena calidad de vida se asocie, con énfasis, al mayor número posible de años. El arte del bien morir no puede ser otro que el de morir estando bien. En plena vida. Sabiéndonos protagonistas de lo que nos pasa. Morir no después de haber vivido sino mientras vivimos. Porque la verdadera muerte se enmascara en ese después. En ese páramo donde la mejor inquietud ya se ha perdido.

Nacemos dos veces y lo ideal es no morir más que una. Nacemos, primeramente y como es obvio, paridos por nuestra madre. Y luego, si ese privilegio está a nuestro alcance, cuando nuevamente somos dados a luz pero ahora por nuestros proyectos. Y lo ideal es morir una vez sola sin que en nosotros expire el deseo que nos mueve, sino durante su despliegue, en plena floración. Sin presenciar, en nosotros mismos, la ruina de lo que nos importa. Sin vivir la humillación de ser nuestra propia ausencia.

Durar sin ser es la mayor amenaza que pesa sobre nuestras vidas. Durar habiendo dejado previamente de existir. Prefiero, entonces, irme sin arriesgarme a ser la pérdida de esos bienes. Sin consistir en uno que se ha perdido. Sin ser mi propia disolución.

Morir bien es morir a tiempo. No hay peor infierno que el de asistir a las exequias del propio deseo. Al funeral de nuestras pasiones. No hay castigo mayor que el de verse integrando su cortejo fúnebre. La muerte no es, por eso y para mí, lo que sigue a la vida. Sino lo que a diario nos acecha. Lo que nos esteriliza. Lo que encallece la piel. La ausencia de propósito, la apatía, el desapego a los seres cuyo trato nos constituye en personas. La muerte es vida seca, marchita. Ésa es la muerte que mata y no la que viene después. Por eso, imploremos: que la muerte nos sorprenda sedientos todavía, ejerciendo la alegría de crear. Que nos apague cuando aún estamos encendidos.

domingo, 17 de diciembre de 2017

Eduardo Galeano - MUJERES


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El amor

En la selva amazónica, la primera mujer y el primer hombre se miraron con curiosidad. Era raro lo que tenían entre las piernas.
-- Te han cortado?-- preguntó el hombre.
-- No -- dijo ella --. Siempre he sido así.
El la examinó de cerca. Se rascó la cabeza. Allí había una llaga abierta.
Dijo:
-- No comas yuca, ni plátanos, ni ninguna fruta que se raje al madurar. Yo te curaré. Echate en la hamaca y descansa.
Ella obedeció. Con paciencia tragó los menjunjes de hierbas y se dejó aplicar las pomadas y los ungüentos. Tenía que apretar los dientes para no reírse, cuando él le decía:
-- No te preocupes.
El juego le gustaba, aunque ya empezaba a cansarse de vivir en ayunas y tendida en una hamaca. La memoria de las frutas le hacía agua la boca.
Una tarde, el hombre llegó corriendo a través de la floresta. Daba saltos de euforia y gritaba:
-- Lo encontré! Lo encontré!
Acababa de ver al mono curando a la mona en la copa de un árbol.
-- Es así -- dijo el hombre, aproximándose a la mujer.
Cuando terminó el largo abrazo, un aroma espeso, de flores y frutas, invadió el aire. De los cuerpos, que yacían juntos, se desprendían vapores y fulgores jamás vistos, y era tanta su hermosura que se morían de vergüenza los soles y los dioses.


El miedo

Esos cuerpos nunca vistos los llamaban, pero los hombres nivakle no se atrevían a entrar. Habían visto comer a las mujeres: ellas tragaban la carne de los peces con la boca de arriba, pero antes la mascaban con la boca de abajo. Entre las piernas, tenían dientes.
Entonces los hombres encendieron hogueras, llamaron a la música y cantaron y danzaron para las mujeres.
Ellas se sentaron alrededor, con las piernas cruzadas.
Los hombres bailaron durante toda la noche. Ondularon, giraron y volaron como el humo y los pájaros.
Cuando llegó el amanecer, cayeron desvanecidos. Las mujeres los alzaron suavemente y les dieron agua de beber.
Donde ellas habían estado sentadas, quedó la tierra toda regada de dientes.


Las hormigas

Tracey Hill era una niña de un pueblo de Connecticut, y practicaba entretenimientos propios de su edad, como cualquier otro tierno angelito de Dios en el estado de Connecticut o en cualquier otro lugar de este planeta.
Un día, junto a sus compañeritos de la escuela, Tracey se puso a echar fósforos encendidos en un hormiguero. Todos disfrutaron mucho de este sano esparcimiento infantil; pero a Tracey la impresionó algo que los demás no vieron, o hicieron como que no veían, pero que a ella la paralizó y le dejó, para siempre, una señal en la memoria: ante el fuego, ante el peligro, las hormigas se separaban en parejas, y de a dos, bien juntas, bien pegaditas, esperaban la muerte.


La noche/1

Arránqueme, señora, las ropas.
Desnúdeme.
Arránqueme, señora, las dudas.
Desdúdeme.
Arránqueme, señora, las ropas y las dudas.
Desnúdeme. Desdúdeme.


La noche/2

Ellos son dos por error que la noche corrige.


La noche/3

Me desprendo del abrazo, salgo a la calle.
En el cielo, ya clareando, se dibuja, finita, la luna.
La luna tiene dos noches de edad.
Yo, una.


La cultura del terror

A Ramona Caraballo la regalaron no bien supo caminar.
    Allá por 1850, siendo una niña todavía, ella estaba de esclavita en una casa en Montevideo. Hacía todo, a cambio de nada.
    Un día llegó la abuela a visitarla. Ramona no la conocía, o no recordaba. La abuela llegó desde el campo, muy apurada porque tenía que volverse en seguida al pueblo. Entró, pegó tremenda paliza a su nieta.
    Ramona quedó llorando y sangrando.
    La abuela le había dicho, mientras alzaaba el rebenque:
    - No te pego por lo que hiciste. Te pego por lo que vas a hacer


1618, Lima: Mundo poco

El amo de Fabiana Criolla ha muerto. En su testamento, le ha rebajado el precio de la libertad, de doscientos a ciento cincuenta pesos.
    Fabiana ha pasado toda la noche sin dormir, preguntándose cuánto valdrá su caja de palosanto llena de canela en polvo. Ella no sabe sumar, de modo que no puede calcular las libertades que ha comprado, con su trabajo, a lo largo del medio siglo que lleva en el mundo, ni el precio de los hijos que le han hecho y le han arrancado.
    No bien despunta el alba, acude el pájaro a golpear la ventana con el pico. Cada día, el mismo pájaro avisa que es hora de despertarse y andar.
    Fabiana bosteza, se sienta en la estera y se mira los pies gastaditos.


1667, Ciudad de México: Juana a los dieciséis

En los navíos, la campana señala los cuartos de la vela marinera. En los socavones y en los cañaverales, empuja al trabajo a los siervos indios y a los esclavos negros. En las iglesias da las horas y anuncia misas, muertes y fiestas.
    Pero en la torre del reloj, sobre el palacio del virrey de México, hay una campana muda. Según se dice, los inquisidores la descolgaron del campanario de una vieja aldea española, le arrancaron el badajo y la desterraron a las Indias, hace no se sabe cuántos años. Desde que el maestre Rodrigo la creó en 1530, esta campana había sido siempre clara y obediente. Tenía, dicen, trescientas voces, según el toque que dictara el campanero, y todo el pueblo estaba orgulloso de ella. Hasta que una noche su largo y violento repique hizo saltar a todo el mundo de las camas. Tocaba a rebato la campana, desatada por la alarma o la alegría o quién sabe qué, y por primera vez nadie la entendió. Un gentío se juntó en el atrio mientras la campana sonaba sin cesar, enloquecida, y el alcade y el cura subieron a la torre y comprobaron, helados de espanto, que allí no había nadie. Ninguna mano humana la movía. Las autoridades acudieron a la Inquisición. El tribunal del Santo Oficio declaró nulo y sin valor alguno el repique de la campana, que fue enmudecida por siempre jamás y expulsada al exilio en México.
    Juana Inés de Asbaje abandona el palacio de su protector, el virrey Mancera, y atraviesa la plaza mayor seguida por dos indios que cargan sus baúles. Al llegar a la esquina, se detiene y vuelve la mirada hacia la torre, como llamada por la campana sin voz. Ella le conoce la historia. Sabe que fue castigada por cantar por su cuenta.
    Juana marcha rumbo al convento de Santa Teresa la Antigua. Ya no será dama de corte. En la serena luz del claustro y la soledad de la celda, buscará lo que no puede encontrar afuera. Hubiera querido estudiar en la universidad los misterios del mundo, pero nacen las mujeres condenadas al bastidor de bordar y al marido que les eligen. Juana Inés de Asbaje se hará carmelita descalza, se llamará sor Juana Inés de la Cruz.


1983, Lima: Tamara vuela dos veces

Tamara Arze, que desapareció al año y medio de edad, no fue a parar a manos militares. Está en un pueblo suburbano, en casa de la buena gente que la recogió cuando quedó tirada por ahí. A pedido de la madre, las Abuelas de Plaza de Mayo emprendieron la búsqueda. Contaban con pocas pistas. Al cabo de un largo y complicado rastreo, la han encontrado. Cada mañana, Tamara vende querosén en un carro tirado por un caballo, pero no se queja de su suerte; y al principio no quiere ni oír hablar de su madre verdadera. Muy de a poco las abuelas le van explicando que ella es hija de Rosa, una obrera boliviana que jamás la abandonó. Que una noche su madre fue capturada a la salida de la fábrica, en Buenos Aires...
    Rosa fue torturada, bajo control de un médico que mandaba parar, y violada, y fusilada con balas de fogueo. Pasó ocho años presa, sin proceso ni explicaciones, hasta que el año pasado la expulsaron de la Argentina. Ahora, en el aeropuerto de Lima, espera. Por encima de los Andes, su hija Tamara viene volando hacia ella.
    Tamara viaja acompañada por dos abuelas que la encontraron. Devora todo lo que le sirven en el avión, sin dejar una miga de pan ni un grano de azúcar.
    En Lima, Rosa y Tamara se descubren. Se miran al espejo, juntas, y son idénticas: los mismos ojos, la misma boca, los mismos lunares en los mismos lugares.
    Cuando llega la noche, Rosa baña a su hija. Al acostarla, le siente un olor lechoso, dulzón; y vuelve a bañarla. Y otra vez. Y por más jabón que le mete, no hay manera de quitarle ese olor. Es un olor raro... Y de pronto, Rosa recuerda. Éste es el olor de los bebitos cuando acaban de mamar: Tamara tiene diez años y esta noche huele a recién nacida.


Ventana sobre una mujer/1

Esa mujer es una casa secreta.
    En sus rincones, guarda voces y esconde fantasmas.
    En las noches de invierno, humea.
    Quien en ella entra, dicen, nunca más sale.
    Yo atravieso el hondo foso que la rodea. En esa casa seré habitado. En ella me espera el vino que me beberá. Muy suavemente golpeo la puerta, y espero.

miércoles, 13 de diciembre de 2017

Desde que los hombres no creen en Dios no es que no crean en nada: creen en todo.

Gilbert K. Chesterton

lunes, 20 de noviembre de 2017

EL CUENTO DE LA VACA Y LA FAMILIA POBRE

Un maestro paseaba con su discípulo cuando, de repente, vio a lo lejos un sitio de apariencia pobre y decidió visitarlo.

Durante la caminata le comentó a su discípulo que era muy importante realizar visitas, conocer personas y aprovechar las oportunidades de aprendizaje que te brinda la vida.

Llegando al lugar constató la pobreza del sitio. Allí vivían una pareja y sus tres hijos. La casa era de madera, todos iban descalzos y sus ropas estaban sucias y rasgadas.

Entonces se aproximó al padre de familia y le preguntó:

"En este lugar no existen posibilidades de trabajo ni comercio posible. ¿Cómo hacen usted y su familia para sobrevivir aquí?"

El señor respondió:

"Amigo mío, nosotros tenemos una vaca que nos da varios litros de leche todos los días. Una parte de la leche la vendemos o cambiamos por otros alimentos en la ciudad vecina. Con la otra parte hacemos queso, yogur y demás para nuestro consumo. Así es como sobrevivimos".

El maestro agradeció la información y contempló el lugar por un momento. Luego se despidió y se fue.

En medio del camino, se dirigió a su discípulo y le ordenó:

"Coge la vaca de esta familia, llévala a aquel precipicio y empújala al barranco"

El discípulo se quedó perplejo y le preguntó al maestro el motivo de tan drástica decisión, pues esa vaca era el único medio de subsistencia de aquella familia. El maestro no pronunció una palabra, por lo que el discípulo fue a cumplir la orden.

De esta forma, empujó a la vaca por el precipicio y la vio morir. Aquella escena quedó grabada en la memoria del discípulo durante años…

Un día, el discípulo, agobiado por la culpa de haber matado a la vaca, decidió visitar a aquella pobre familia para contarles todo lo sucedido, pedirles perdón y ayudarles en lo posible. Así lo hizo.  A medida que se aproximaba al lugar veía todo muy cambiado, ya no se veía un atisbo de pobreza. Todo lo contrario, pues los árboles estaban floridos, todo estaba muy limpio,… Ya no había una vieja casa de madera, sino una enorme casa de piedra, con todo tipo de lujos. Incluso los niños, que antes estaban tristes y vestían ropas sucias y rotas, ahora estaban alegres y llevaban finas prendas.

El discípulo se sintió triste y desesperado imaginando que aquella humilde familia tuviese que vender el terreno para sobrevivir, por lo que aceleró el paso. Al llegar a su destino, fue recibido por un señor muy simpático.

El discípulo preguntó por la familia que vivía allí hacía unos 3 o 4 años. El señor respondió que seguían viviendo allí. Espantado, el discípulo entró corriendo en la casa y confirmó que era la misma familia que visitó años atrás con su maestro.

Elogió el lugar y le preguntó al señor (el dueño de la vaca):

"¿Qué hizo para mejorar este lugar y cambiar su vida de una manera tan increíble?"

El señor, entusiasmado, le respondió:

"Nosotros teníamos una vaca que se cayó por el precipicio y murió. De ahí en adelante nos vimos en la necesidad de hacer otras cosas y desarrollar otras habilidades que no sabíamos que teníamos. Así alcanzamos el éxito que usted puede ver ahora mismo"

lunes, 6 de noviembre de 2017

13 Reasons Why

Poco creíble suicida se dedique a grabar las cintas. Psicópata? Perversa? Planificada por persona, lugares, mapas, etc.???? Mmmmmm

Quiere dejar un legado o sólo quiere vengarse?

Porqué se elige como narrador a un chico que ha tenido / tiene cuestiones psicológicas / psiquiátricas?

La mina es agresiva, irónica y sarcástica con cualquiera que se le quiere acercar.

No confíe en nadie y cuando confía y le fallan es el fin del mundo. Se junta con un grupo que la trata mal y no cambia de grupo!!!

- Foto en el tobogán “tengo falda!”. Se deja sacar la foto

- Enojo cuando su amigo, amigo común con su amiga, Alex, se ponen de novios: enojo porque no le avisaron

- Molestia por estar en le lista de mejores labios, mejor cabello, mejor cola … cuál es el problema?

- Enojo con Alex porque él la puso en esa lista.

- Acoso de fotógrafo. No cierra la persiana? Se besa con la amiga (que no tiene nada de malo) con las ventanas abiertas?

Contexto:

- WallPlex vs. Baker Drugstore

- Juicio: al colegio le importa más resolver el juicio y evitar volver a tener otros? O genuinamente les interesan los chicos?

- Igualdad de género? Condenable la lista de atributos de los chicas pero promueven las cheer leaders????

-5 Baile, Hannah quiere alquilar una limo y el padre cambia el auto (leasing) para conformarla¿¿¿¿??????. chisme china lesbiana trío Hannah Laura y otra; H defiende a la morochita del novio borracho. Tony la ayuda con auto. China a cementerio. Tony le lleva la bici. Lo apretan a Gary para que pare de investigar. No tiene lápida (no hubo entierro: negación de los padres?) porque no terminó de irse? Gary –> papel

-6 pelea Alex y el otro. Valentin H con indio que la quiere toquetear; Gary estudio con porrista que no le cuenta qué hizo, quiere que deje de escuchar las cintas.

- 7 Zach, basket. Lo rechaza, le pide ayuda??? Y la ignora. Los padres de H se mudaron para “huir” de un ambiente que sería perjudicial para H ??? O el problema era ella y su familia????

-9 H se lamenta porque nadie la protege, porque la dicriminan y marginan pero no denuncia la violación de su amiga

Debes moverte lentamente si quieres escalar rápido. Tony a Clay.

Tony es el testigo.

- 10 El accidente de Jeff: blabeta!!! Chocaron por que no había una señal de STOP???? No le hicieron análisis de sangre a Jeff? H le encaja la culpa a los demás porque ella no pudo preservase a sí misma. Perverso. Se victimiza. Es más fácil culpar a los otros que hacerse cargo de su vida.

Histeriqueo TOTAL!!! Te digo que te vayas pero ¿¿¿ como no te das cuenta que quiero que te quedes????

No me merecía estar con alguien como vos … WTAF??? No eras vos era yo …. JUA!!! Le encaja la culpa!! TURRA!!! Clay tenía que adivinar??? Lo acusa de no decirle que la amaba cuando estaba viva?????

Tony: Todos matamos a H????? Naaaaaaaaaaaaaaaaaaaa

- 11 La pelotuda se deja el sobre con la guita arriba del auto!!!!!

Empecé a pensar cómo la vida de los demás sería mejor sin mi

Confundida y perturbada va a una fiesta de la que no sabe nada? ANDAAAAA!!!! Ta sabía que Bryce había violado a H


No soy quien mis padres necesitan que sea H

Salió de la oficina y esperaba que çel la siguiera (el counselor)

Un montón de gente podría haberla detenido ¿¿¿¿????? Eran adivinos??????

;e costé la vida a H porque no supe cómo amarla ¿¿¿¿??????

miércoles, 16 de agosto de 2017

El origen de todos los abrazos - Ariel Torres

http://www.lanacion.com.ar/2053523-el-origen-de-todos-los-abrazos

Una cosa es lo que somos y otra lo que creemos que somos. Una cosa es lo que los demás creen que somos y otra lo que los demás creen que nosotros creemos que somos. Y todavía otra cosa es lo que nosotros creemos que los demás creen que nosotros creemos ser.

Ya sé, suena como un trabalenguas, pero no lo es. De hecho, en esta niebla habitan buena parte de nuestros padecimientos. Miren este buen amigo mío. Es consultor legal de una compañía extranjera. Lo llaman para una reunión el jueves. Me anticipa: "Estoy seguro de que no van a renovar el contrato, no me parece que esto esté funcionando". Tiene su reunión y el viernes le pregunto cómo le ha ido. De buen ánimo me cuenta que la reunión fue para informarle que están muy satisfechos con su tarea y que quieren incorporarlo a la compañía.

Reflejos de espejos que se reflejan en espejos, estos dobleces son interminables e inaccesibles. De cierto modo no podemos saber quiénes somos. Es verdad, nos conocemos mejor que nadie. Pero ¿somos eso que conocemos? Acaso no seamos sino la suma de lo que han creído ver en nosotros todos los que nos hemos cruzado en la vida.

Me pregunta otro amigo, que ha salido por primera vez en la tele, qué me pareció su debut. Le respondo, con entera honestidad, que me ha encantado. Le preocupa, sin embargo, su imagen, si sale bien en la tele. Le digo que fantástico. Pero, de cierto modo, adivino su desasosiego. La exposición pone en carne viva el abismo que existe entre lo que somos, lo que creemos que somos y lo que los demás ven en nosotros. Ese abismo donde se ahogó Narciso.

Aprendemos pronto que nunca nos podremos observar desde afuera, desde el otro, cuando por primera vez oímos nuestra voz en un grabador. No parecemos nosotros. No es nuestra voz. No puede ser nuestra voz. Sin embargo, es la que todos los demás oyen.

Hace muchos años, en medio de una crisis familiar, mientras intentaba apagar el incendio con la palabra, tan sólo porque ése es mi don, un viejo sabio me llevó aparte y me dijo:

-Ariel, a veces todo lo que necesita una persona es un abrazo. En silencio. Sin decir nada.

Es una de las mayores lecciones que he aprendido en esta vida. Que hay momentos en los que no sirven de nada los consejos, los sermones, la afiligranada argumentación. En muchos casos, hieren peor. El otro sólo necesita un abrazo. Un abrazo es ese lugar en el que lo que somos y lo que creemos ser se encuentran con lo que el otro cree que somos y con lo que nosotros creemos que el otro ve en nosotros. Es una falla en el laberinto, una puerta escondida. Esa puerta está allí por algo.

Esta absoluta e inapelable incapacidad de acceder a lo que los demás ven en nosotros -y es un eterno viceversa- nos deja en la más incurable soledad. Porque no es cierto que el otro funciona como un espejo. Es tan sólo un espejismo.

Por eso existen los abrazos. Los abrazos constituyen el único lenguaje que el alma comprende. Acaso los cuerpos no sean sino la excusa para que nuestras almas dialoguen. En un abrazo no hay error de interpretación. No hay paralaje. No hay entrelíneas.

Un abrazo silencioso es todo lo que podríamos decir, todo lo que dijimos, todo lo hemos de decir. Nos abrazamos en medio del duelo más mordaz, pero también en el triunfo. Abrazamos a nuestro cónyuge con lágrimas de mil orígenes o entre risas cómplices. Y abrazamos también a nuestros hijos, a nuestros hermanos, a los amigos. Nos abrazamos con un rival, cuando nos damos cuenta de que también está solo. En la más espeluznante soledad somos capaces de abrazar la almohada hasta que escampe o llegue el alba.

La lección de aquel viejo sabio siempre me intrigó. ¿Por qué no podemos prescindir de los abrazos? Tal vez porque venimos de un largo abrazo de nueve meses en el que, sin discursos ni sermones, empezamos nada menos que a existir.

lunes, 31 de julio de 2017

Napping can Dramatically Increase Learning, Memory, Awareness, and More

In some places, towns essentially shut down in the afternoon while everyone goes home for a siesta. Unfortunately, in the U.S.—more bound to our corporate lifestyles than our health—a mid-day nap is seen as a luxury and, in some cases, a sign of pure laziness. But before you feel guilty about that weekend snooze or falling asleep during a movie, rest assured that napping is actually good for you and a completely natural phenomena in the circadian (sleep-wake cycle) rhythm.

As our day wears on, even when we get enough sleep at night, our focus and alertness degrade. While this can be a minor inconvenience in modern times, it may have meant life or death for our ancestors. Whether you are finishing up a project for work or hunting for your livelihood, a nap can rekindle your alertness and have your neurons back up and firing on high in as little as 15 to 20 minutes.Big name (and high-dollar) companies recognize this. Google and Apple are just a few that allow employees to have nap time. Studies have affirmed that short naps can improve awareness and productivity. Plus, who wouldn’t love a boss that lets you get a little shut-eye before the afternoon push?

A study from the University of Colorado Boulder found that children who missed their afternoon nap showed less joy and interest, more anxiety, and poorer problem solving skills than other children. The same can be seen in adults that benefit from napping. Researchers with Berkeley found an hour nap to dramatically increase learning ability and memory. Naps sort of provide a reboot, where the short term memory is cleared out and our brain becomes refreshed with new defragged space.

So how long should you nap?

Napping can Dramatically Increase Learning, Memory, Awareness, and More

Experts say a 10 to 20 minute “power nap” is best for refreshing your mind and increasing energy and alertness. The sleep isn’t as deep as longer naps, which allows you to get right back at your day upon waking.A 30 minute nap can lead to 30 minutes of grogginess, as you are often waking just as your body enters the deeper stages of sleep. You’ll experience some of that same fogginess if you sleep for an hour, but 60 minute naps are good for memory boosting.The longest naps—around 90 minutes—are good for those people who just don’t get enough sleep at night. It’s a complete sleep cycle and can improve emotional memory and creativity.
Naps are good for you—physically and mentally. But don’t sacrifice night time zzz’s for an afternoon snooze; take your nap in addition to a good night’s sleep.

lunes, 17 de julio de 2017

Samarra

Versión que algunos dicen pertenece a Las mil y una noches, pero que no aparece en ninguna de sus ediciones

EL ÁRABE Y LA MUERTE

Había una vez un rico califa en Bagdad que era muy famoso por su sabiduría y su bondad. Un día, el califa envió a su sirviente Abdul al mercado a comprar comida. Mientras Abdul estaba mirando por los puestos del mercado, de repente sintió un escalofrío. Notó que alguien estaba detrás de él. Se volvió y vio un hombre alto vestido de negro. No pudo ver la cara del aquel hombre porque la tenía cubierta por una tela, pero sí sus fríos ojos. El hombre le estaba mirando fijamente y Abdul comenzó a temblar.

—¿Quién eres? ¿Qué quieres? -preguntó Abdul.

El hombre de negro no respondió.

—¿Cómo te llamas? -le interrogó nerviosamente, de nuevo, Abdul.

—Yo soy… la Muerte -le respondió el extraño secamente, y se fue.

Abdul dejó caer la cesta de la compra, se dirigió corriendo al palacio y entró deprisa y corriendo en la habitación del califa.

—Lo siento, señor. Tengo que dejar Bagdad inmediatamente -dijo Abdul.

—¿Por qué? ¿Qué ha sucedido? -preguntó el califa.

—Acabo de encontrarme con la Muerte en el mercado -replicó Abdul.

—¿Estás seguro? -le interpeló el califa.

— Sí, completamente seguro. Estaba vestido de negro y me miró fijamente. Voy a ir a la casa de mi padre en Samarra. Si voy ahora mismo, estaré allí antes de la puesta del sol - dijo Abdul.

El califa notó que Abdul estaba aterrorizado y le dio permiso para ir a Samarra.

El califa estaba perplejo y no entendía nada de aquel asunto, pero, como tenía mucho cariño a Abdul, se enfureció mucho porque su criado había sido atemorizado por el extraño del mercado. Entonces decidió ir allí a investigar aquel oscuro asunto. Después de un rato, el califa encontró al hombre de negro y le increpó:

—¿Por qué atemorizaste a mi sirviente?

—¿Quién es vuestro sirviente? -le respondió el extraño.

—Su nombre es Abdul -contestó el califa.

—Yo no quería atemorizarle. Estaba sorprendido de verle en Bagdad - replicó la Muerte.

—¿Por qué estabas sorprendido? -preguntó el califa.

—Estaba sorprendido porque esta noche tengo una cita con él en Samarra.


Cuento de origen persa «Cita en Samarcanda», que Cortázar reconstruyó a su aire para los alumnos de la Universidad de Berkeley en 1980:

Había en Bagdad un mercader que envió a su criado al mercado a comprar provisiones, y al rato el criado regresó pálido y tembloroso y dijo: señor, cuando estaba en la plaza del mercado una mujer me hizo muecas entre la multitud y cuando me volví pude ver que era la Muerte. Me miró y me hizo un gesto de amenaza; por eso quiero que me prestes tu caballo para irme de la ciudad y escapar a mi sino. Me iré para Samarra y allí la Muerte no me encontrará. El mercader le prestó su caballo y el sirviente montó en él y le clavó las espuelas en los flancos huyendo a todo galope. Después el mercader se fue para la plaza y vio entre la muchedumbre a la Muerte, a quien le preguntó: ¿Por qué amenazaste a mi criado cuando lo viste esta mañana? No fue un gesto de amenaza, le contestó, sino un impulso de sorpresa. Me asombró verlo aquí en Bagdad, porque tengo una cita con él esta noche en Samarra.


"The Appointment in Samarra"
(as retold by W Somerset Maugham [1933])

The speaker is Death

There was a merchant in Bagdad who sent his servant to market to buy provisions and in a little while the servant came back, white and trembling, and said, Master, just now when I was in the marketplace I was jostled by a woman in the crowd and when I turned I saw it was Death that jostled me. She looked at me and made a threatening gesture, now, lend me your horse, and I will ride away from this city and avoid my fate. I will go to Samarra and there Death will not find me. The merchant lent him his horse, and the servant mounted it, and he dug his spurs in its flanks and as fast as the horse could gallop he went. Then the merchant went down to the marketplace and he saw me standing in the crowd and he came to me and said, why did you make a threatening gesture to my servant when you saw him this morning? That was not a threatening gesture, I said, it was only a start of surprise. I was astonished to see him in Bagdad, for I had an appointment with him tonight in Samarra.


"The Appointment in Samarra"
(as retold by W. Somerset Maugham [1933])

The speaker is Death

There was a merchant in Bagdad who sent his servant to market to buy provisions and in a little while the servant came back, white and trembling, and said, Master, just now when I was in the marketplace I was jostled by a woman in the crowd and when I turned I saw it was Death that jostled me.  She looked at me and made a threatening gesture,  now, lend me your horse, and I will ride away from this city and avoid my fate.  I will go to Samarra and there Death will not find me.  The merchant lent him his horse, and the servant mounted it, and he dug his spurs in its flanks and as fast as the horse could gallop he went.  Then the merchant went down to the marketplace and he saw me standing in the crowd and he came to me and said, Why did you make a threating getsture to my servant when you saw him this morning?  That was not a threatening gesture, I said, it was only a start of surprise.  I was astonished to see him in Bagdad, for I had an appointment with him tonight in Samarra.

lunes, 26 de junio de 2017

Lo niego todo–Joaquín Sabina–Letras


Quién más, quién menos
No tan deprisa
Lo niego todo
Postdata
Lágrimas de mármol
Leningrado
Canción de primavera
Sin pena ni gloria
Las noches de domingo acaban mal
¿Qué estoy haciendo aquí?
Churumbelas
Por delicadeza

“Quien más, quien menos”

Quien más, quien menos
tiró una vez la casa por la ventana,
se tatuó en las sienes una diana
probó un veneno,

Quien más, quien menos
se ha tomado a sí mismo como rehén
y tiene una conciencia todoterreno
del mal y el bien,

Pero yo fui más lejos,
metí un palo en la rueda de la fortuna
bajé al sótano en busca de un mal consejo,
usé tus puñaladas como vacuna.

Ni un paso atrás,
mi espada de Damocles era afilada,
cortaba en dos mitades la madrugada,
un pie en el tango y otro en el ojalá

Quien más, quien menos
pagó caras 500 noches baratas
y cambió a la familia por dos mulatas
de culo obsceno.

Quien más, quien menos
se agarró a un clavo ardiendo por no caer
acribillado a besos como un John Lennon
de Lavapiés.

Pero yo fui más lejos,
le adiviné las cartas al adivino
aposté contra mí por no hacerme viejo
en la ruleta rusa de los casinos.

Ni un paso atrás,
mi espada de Damocles era afilada,
cortaba en dos mitades la madrugada,
un pie en la rumba y otro en el nunca más.

Pero yo fui más lejos,
me dio por confundir el cuándo y el dónde
me disfracé de sabio frente al espejo
busqué dentro del alma lo que se esconde.

Ni un paso atrás,
la espada de Damocles era afilada,
cortaba en dos mitades la madrugada,
un pie en el mambo y otro en el más allá.

Canción → Quien más, quien menos
Año → 2017
Letra → Joaquín Sabina
Música → Joaquín Sabina y Leiva
Disco → Lo niego todo

“No tan de prisa”

Un coyote en el porche,
Una mecedora
Un cuello de botella
Unas horas tan muertas que no son horas
La comanche de anoche que ya se va

Un tren con mexicanos y cuatro notas
Me están poniendo cuerpo de JJ…

Vendo una rima
Cámbiame el clima
Borra mi jeta de la receta del ganador
No tan deprisa
Llámame brisa
Cose mi estrella
En la bandera de un desertor

Un viaje al extranjero de andar por casa
Un garaje sin vistas a Nueva York
Un cuentista que cuenta lo que nos pasa
Una cantina abierta por defunción

Ser feliz con dos latas en la nevera
Y un gramo de esperanza en lista de espera…

Vendo una rima
Cámbiame el clima
Borra mi jeta de la receta del ganador
No tan deprisa
Cose mi estrella
En la bandera de un desertor

Mirar en los espejos fue un espejismo
Es no cerrarse puertas por dónde huir
Ser uno más a la hora de ser tu mismo
Uno que sólo apuesta si es porque sí

Que nadie pueda ser tu copropietario
Quererte bajo arresto domiciliario…

Vendo una rima
Cámbiame el clima
Borra mi jeta de la receta del ganador
No tan deprisa
Cose mi estrella
En la bandera de un desertor

Canción → No tan deprisa
Año → 2017
Letra → Joaquín Sabina, Benjamín Prado
Música → Antonio García de Diego, Leiva y Rubén Pozo y César Pop
Disco → Lo niego todo

“Lo niego todo”

Ni ángel con alas negras
ni profeta del vicio
ni héroe en las barricadas
ni ocupa, ni esquirol
ni rey de los suburbios
ni flor del precipicio
ni cantante de orquesta
ni el Dylan español

Ni el abajo firmante
ni vendedor de humo
ni juglar del asfalto
ni rojo de salón
ni escondo la pasión
ni la perfumo
ni he quemado mis naves
ni sé pedir perdón

Lo niego todo
aquellos polvos y estos lodos,
lo niego todo
incluso la verdad

La leyenda del suicida
y la del bala perdida
la del santo beodo
si me cuentas mi vida,
lo niego todo.

El tiburón de Hacienda
confiscador de bienes
me ha cerrado la tienda,
me ha robado el mes de abril.

Si es para hacerme daño
sé lo que me conviene
he defraudado a todos,
empezando por mi.

Ni soy un libro abierto
ni quien tu te imaginas
lloro con las más cursis
películas de amor

Me echaron de los bares
que usaba de oficina
y una venus latina
me dio la extremaunción.

Lo niego todo
aquellos polvos y estos lodos,
lo niego todo
incluso la verdad

La leyenda del suicida
y la del bala perdida
la del santo de oro
si me cuentas mi vida,
lo niego todo.

Lo niego todo
aquellos polvos y estos lodos,
lo niego todo
incluso la verdad

La leyenda del suicida
y la del bala perdida
la del santo de oro
si me cuentas mi vida,
lo niego todo.

Canción → Lo niego todo
Año → 2017
Letra → Joaquín Sabina
Música → Joaquín Sabina y Leiva
Disco → Lo niego todo

“Postdata”

Tu tirabas los dados
Yo burlaba la suerte
Yo la última palabra
Tu un pero que añadir

De tanto ser felices
Se me olvidó quererte
Yo buscaba un tesoro
Tu querías un botín

Yo era un flaco bendito
Por grupis juguetonas
Tu el manjar exquisito
De la mesa de un rey

Yo el trovador cascado
Tu la gran prima donna
Tu reina sin corona
Yo fuera de la ley

La canción que te escribo
No es más que una postdata
Si la bailas con otro
No te acuerdes de mí

Cuando me abandonaste
Bordé un puente de plata
Ni tu eras para tanto
Ni tu eras para tanto
Ni yo soy para ti

No es que esté triste, carajo, es que me acuerdo…

Tu firmabas la paz
Yo buscaba el desquite
Hubo un error de calculo, pensé
Nosotros dos

Tu buscabas marido
Yo encontré un escondite
Tu sombra es un pecado de la imaginación

Cuando te haya olvidado
Aun te echaré de menos
Y la alzaré la penúltima copa a tu salud

Me obligaste a elegir entre tu y el veneno
Yo tiré una moneda
al aire y salió cruz

La canción que te escribo
No es más que una postdata
Si la bailas con otro
No te acuerdes de mí

Cuando me abandonaste
Bordé un puente de plata
Ni tu eras para tanto
Ni tu eras para tanto
Ni yo soy para ti

Canción → Postdata
Año → 2017
Letra → Joaquín Sabina y Benjamín Prado
Música → Ariel Rot
Disco → Lo niego todo

“Lágrimas de mármol”

El tren de ayer se aleja, el tiempo pasa,
la vida alrededor ya no es tan mía,
desde el observatorio de mi casa
la fiesta se resfría.

Los pocos que me quieren no me dejan
perderme solo por si disparato,
no tengo dirección para mis quejas
que tocan a rebato.

Acabaré como una puta vieja
hablando con mis gatos.

Superviviente, sí, ¡maldita sea!,
nunca me cansaré de celebrarlo,
antes de que destruya la marea
las huellas de mis lágrimas de mármol,
si me tocó bailar con la más fea,
viví para cantarlo.

Dejé de hacerle selfies a mi ombligo,
cuando el ictus lanzó su globo sonda,
me duele más la muerte de un amigo
que la que a mí me ronda.

Con la imaginación, cuando se atreve,
sigo mordiendo manzanas amargas
pero el futuro es cada vez más breve
y la resaca, larga.

Superviviente, sí, ¡maldita sea!,
nunca me cansaré de celebrarlo,
antes de que destruya la marea
las huellas de mis lágrimas de mármol,
si me tocó bailar con la más fea,
viví para cantarlo.

Canción → Lágrimas de mármol
Año → 2017
Letra → Joaquín Sabina
Música → Joaquín Sabina y Leiva
Disco → Lo niego todo

“Leningrado”

Me doctoré en tus labios de ocasión
en una sórdida pensión de Leningrado
sin pasaporte y fuera de la ley
pero borracho como un rey desheredado

Cincuenta rublos era un potosí
y tu desnuda un maniquí de grana y oro
nos dieron llaves de la suite nupcial
que era un cuartucho de hospital… sin inodoro

Nos quedaba para un vodka con limón
cuando agonizó el palique, qué ansiedad,
te empecé a desabrochar la gabardina

No era fácil en la Unión Soviética
ir por condones a recepción
a años luz de la rutina
anidó una golondrina en mi balcón

No sé qué nos pasó ni cómo fue,
que nos cruzáramos aquella noche loca
balbuceamos cursiladas todo a cien
y rodamos descosiéndonos la boca
nos matábamos de ganas de vivir

No dormir era más dulce que soñar
y envejecer con dignidad
una blasfemia

Tú con boina, yo con barba, viva el Che,
recién conversos a la fe del hombre nuevo

No había caído el Muro de Berlín
ni reventado el polvorín de Sarajevo
porque la revolución tenía un Talón de Aquiles al portador

Y flotando entre las ruinas
enviudó una golondrina en mi balcón

Ayer salías, morena, de un café
ya casi medio siglo que no te veía
eras rubia, si no recuerdo mal
Dije, y mintiendo, estás más guapa todavía

Me aceptaste una cerveza sin alcohol
Se nos había muerto el sol en los tejados
Funerales, y con nada que decir
Vi en tus pupilas un añil mal dibujado

No sé por qué sigo escribiendo esta canción
pero me sangra el corazón
cuando lo hurgo

Supe que te casaste con un juez
Y Leningrado es otra vez San Petesburgo

Ni siquiera comentamos si quedamos
pásame tu dirección
y de vuelta a la oficina
se estrelló una golondrina en mi balcón

Porque la revolución tenía un Talón de Aquiles al portador
y flotando entre las ruinas
enviudó una golondrina en mi balcón

Canción → Leningrado
Año → 2017
Letra → Joaquín Sabina
Música → Jaime Asúa
Disco → Lo niego todo

“Canción de primavera”

Buenas noches, primavera
Bienvenida al mes de abril
Te esperaba en la escalera del redil

Nueve meses oxidada
En el fondo de un baúl
Si no estás enamorada
Vente al sur

Sobran lunes por la tarde
Faltan novios en los cines
Camarero, ponme un par de Dry Martínez

Conseguí llegar viejo verde
Mendigando amor
¿Qué esperabas de un pendejo como yo?

Buenas noches, primavera
Perfume del corazón
Blinda con tu enredadera mi canción
Vacúnate lo que duele
No te enceles con el mar
Si hasta tus párpados huelen a humedad

Líbrame del sueño eterno,
Da cuerda al despertador
Ponle cuernos al invierno, por favor

Buenas noches, primavera
Sin bandera ni carnet
No me tumbes en la era
De internet

Otoñales van mis años
Por el río Guadalquivir
Maquillando el ceño huraño
De Madrid

Si se te olvidan las bragas
En mis últimos jardines
Te regalo una biznaga de jazmines

Ven a reavivar mi hoguera
Cenicienta de mis días
Buenas noches primavera
Novia mía

Canción → Canción de primavera
Año → 2017
Letra → Joaquín Sabina
Música → Pablo Milanés
Disco → Lo niego todo

“Sin pena ni gloria”

Cuando los dioses paganos
me otorguen su bendición
terminaré la canción
que te prometí un verano
con una condición
que me quieras libre y partisano

Cuando el presente agoniza
con infame pedigrí
y al pasado el porvenir lo mira con ojeriza
y mis ganas de ti presas
en un círculo de tiza

Si me matas
me hago el muerto
yo que mato por vivir
cuando no sé qué decir
doy gritos en el desierto

Mientras estés de mi parte
mientras no te quieras ir
mientras tratar de olvidarte
me recuerde tanto a ti
bajo un cielo cañí
y en un tren que va a ninguna parte

El corazón mientras late
sueña con amanecer
abrazado a una mujer
que lo bese y lo rescate
y aunque pierda la fe
nunca da por perdido el combate

Si me matas
me hago el muerto
Yo que mato por vivir
Cuando no sé qué decir
doy gritos en el desierto

Mientras subo del abismo
mientras el miedo se enfría
mientras sólo soy yo mismo
de cara a la galería

León atado a una noria
Valiente a toro pasado
fugitivo enamorado
feliz sin pena ni gloria

Mientras subo del abismo
mientras el miedo se enfría
mientras sólo soy yo mismo
con ficha en la policía

León atado a una noria
Valiente a toro pasado
fugitivo enamorado
feliz sin pena ni gloria

Feliz sin pena ni gloria

Canción → Sin pena ni gloria
Año → 2017
Letra → Joaquín Sabina, Leiva Benjamín Prado
Música → Leiva y Carlos Raya
Disco → Lo niego todo

“Las noches de domingo acaban mal”

Algunas veces me recuerdo a alguien,
algunas veces me trato de usted
cuando entro en el salón
se acaba el baile
cuando me engaño
no sé a quién creer

Algunas noches no duermo conmigo
más de una vez no tengo dónde ir
a veces ni predico ni doy trigo
despierto en casa
y ya no vivo aquí

Tu sabes correr
yo quiero aprender
si tu me llamas yo me escapo del hospital
Robo un ataúd, me clavo en la cruz
Si me remuerde la conciencia
le pongo un bozal

Alguna vez regalo un “no” que duele
más de una vez alquilo un corazón
alguna vez no hay Dios que me consuele
algunos labios no tienen perdón

Tu sabes correr
yo quiero aprender
si tu me llamas yo me escapo del hospital
Robo un ataúd, me clavo en la cruz
Si me remuerde la conciencia
le pongo un bozal

Algunos lunes duran todo el año
algunos martes soy un animal
los miércoles son húmedos y extraños
de algunos jueves es mejor ni hablar
los viernes dan películas de miedo
los sábados te vas y yo me quedo
las noches de domingo de acaban mal
las noches de domingo de acaban mal

Tu sabes correr
yo quiero aprender
si tu me llamas yo me escapo del hospital
Robo un ataúd, me clavo en la cruz
Si me remuerde la conciencia
le pongo un bozal

Canción → Las noches de domingo acaban mal
Año → 2017
Letra → Joaquín Sabina y Benjamín Prado
Música → Leiva
Disco → Lo niego todo

“¿Qué estoy haciendo aquí?”

Marisa sale muerta del trabajo
Una semana más tirando a gris
El plano del Edén no tiene atajos
Para los que nos aprenden a reír

Entra en el Bar Florida para mezclar
copas de bronca y desamor
máscaras para ocultar los desatinos del corazón
en los moteles sólo hay puertas de salida
gente que duerme con las luces encendidas

¿Qué estoy haciendo aquí? ¿De quién es esta vida?
¿Qué estoy haciendo aquí? Insulsa y repetida
¿Qué estoy haciendo aquí? En dirección prohibida
¿Qué estoy haciendo aquí?

Le va de cine a Jimmy como bróker
conduce un Bentley
vive como un rey
no hay quien le tosa
juega al primer toque

Con el Dow Jones, el Ibex y el Nikkei
con el botín en el asiento de atrás
pisando el acelerador
de la raya de Portugal
vio a la patrulla por el retrovisor
lo que no tiene precio le ha costado caro
cargó la pipa, apuntó, falló el disparo

¿Qué estoy haciendo aquí? ¿De quién es esta vida?
¿Qué estoy haciendo aquí? Insulsa y repetida
¿Qué estoy haciendo aquí? En dirección prohibida
¿Qué estoy haciendo aquí?

Encarna y Charly han vuelto a las andadas
vaciando otra botella de coñac
se miran el uno al otro
y no ven nada
se gritan porque ya no hay más que hablar

Ella imagina que se va en un avión
El que la caza en el andén
ha encontrado bajo el somier
bastantes huellas de una traición

Al alba, Encarna llora en la comisaría
su ojo derecho es una mancha de sandia

¿Qué estoy haciendo aquí? ¿De quién es esta vida?
¿Qué estoy haciendo aquí? Insulsa y repetida
¿Qué estoy haciendo aquí? En dirección prohibida
¿Qué estoy haciendo aquí?

¿Qué estoy haciendo aquí? ¿De quién es esta vida?
¿Qué estoy haciendo aquí? Insulsa y repetida
¿Qué estoy haciendo aquí? En dirección prohibida
¿Qué estoy haciendo aquí?

¿Qué estoy haciendo aquí?

¿Qué estoy haciendo aquí?

Callejón sin salida

¿Qué estoy haciendo aquí?

¿Qué estoy haciendo aquí?

No woman, no cry

¿Qué estoy haciendo aquí?

No woman, no cry

Canción → ¿Qué estoy haciendo aquí?
Año → 2017
Letra → Joaquín Sabina
Música → Leiva y Jaime Asúa
Disco → Lo niego todo

“Churumbelas”

Eran tres hermanas churumbelas
Del barrio de Lavapiés
La Verónica, la Merche, la Carmela
Toma, candela y olé
Eran tres gitanas
En el siglo XXI

Roneaban nueve días a la semana
Con todos y con ninguno
A la Carmela la pretendía un aleluya por bulerías de Camarón
A la Veronica un gitanillo del fin del rey de los mercadillos

Pero la Merche, ya no me callo,
se lo montaba timando a un payo de Castellón
Siendo sobrina de la madrina de Arcángel
De Farruquito, de Cortés,
De Tomatito, de la Marifé
Del pericón y el Mercé
del Chano y el Lebrijano
De la Lola y el Manué

Y yo que espío desde mi ventana, cada mañana
A la sultana de Lavapiés
Me estoy muriendo de ganas
De casarme con las tres

A la vera del Apolo cada tarde
las miro lucir palmito
Yo que vivo solo, como buen cobarde
y puedo ser su abuelito

Vuelven loco a Tirso de Molina
A Lope y a Calderón
A Morente,
Al camellito de la esquina
A Obama y a un servidor

A la carmela, menta y canela
en pleno culto al pastor un bulto
y un tabardillo se lo llevó

A la Verónica el gitanillo
le dio un mal-trato y cuatro chiquillos
pero la Merche, mira por dónde
ya no se esconde, va con su payo
a dar el callo en Mercamadrid

Siendo sobrina de la madrina de Arcángel
De Farruquito, de Cortés,
De Tomatito, de la Marifé
Del pericón y el Mercé
del Chano y el Lebrijano
De la Lola y el Manué

Y vivieron a su forma y a su modo
codo con codo, yo las bendigo,
Las calés de Lavapiés
Tres eran, tres eran
Se casaron con todos,

Mire usted

Con todos, menos conmigo

Con todos, menos conmigo

Viva Úbeda
Gloria bendita

Con todos, menos conmigo

Qué castigo
Menos conmigo

Con todos, menos conmigo

Con todos, menos conmigo

Canción → Churumbelas
Año → 2017
Letra → Joaquín Sabina
Música → Joaquín Sabina
Disco → Lo niego todo

“Por delicadeza”

Me acusas de jugar siempre al empate
Me acusas de no presentar batalla
Me acusas de empezar cada combate
tirando la toalla.

Me acusas de tomarte de rehén
Te acuso de quererme a sangre fría
Me acusas de afina la puntería
Hiriéndome en la sien

Pero aquí sigo estando ya lo ves
Salvado por la campana
Con mi nombre en tu diana
Con tu boca en la manzana
Del árbol de Lucifer

Porque a veces no basta un porque sí
Prefiero seguir dudando
Entre el depende y el cuándo
Entre lo duro y lo blando
Ni tan puro ni tan ruin

Me acusas de abrazarte al por menor
De barajar las cartas boca abajo
Me acusas de encontrar siempre un atajo
para tratarnos peor

Me acusas de no dar nunca la cara
Me acusas de escupir mirando al cielo
Me acusas de que mi arma no dispara
más que balas de hielo

Pero aquí sigo estando ya lo ves
Salvado por la campana
Con mi nombre en tu diana
Con tu boca en la manzana
Del árbol de Lucifer

Porque a veces no basta un porque sí
Prefiero seguir dudando
Entre el depende y el cuándo
Entre lo duro y lo blando
Ni tan puro ni tan ruin

Me acusas de quererte y no buscarte
Me acusas de incendiarte la cabeza
Ayer te quise por amor al arte
Hoy por delicadeza

Canción → Por delicadeza
Año → 2017
Letra → Joaquín Sabina y Benjamín Prado
Música → Joaquín Sabina y Leiva
Disco → Lo niego todo

sábado, 6 de mayo de 2017

- A mí me decís 3 veces seguidas “flor, primavera y mariposa” y me pongo a llorar…

Ricardo Darín

 

miércoles, 12 de abril de 2017

Juan Carr: sólo el amor puede sostener

De: http://www.lanacion.com.ar/1474517-juan-carr-solo-el-amor-puede-sostener

Hace años creó un proyecto que se mantiene como vínculo entre el que necesita y el que puede dar. Vida y obra de un hombre que en nuestro país se convirtió en sinónimo de solidaridad y lucha contra la injusticia

Entonces, de la nada, su madre soltaba la pregunta.

–¿Qué es lo más importante en la vida?

El buscaba, sin suerte, la respuesta en los ojos de la mujer.

Conectado. Una imagen que resume su día a día: en el jardín de su casa, hablando por teléfono, siempre activo

Conectado. Una imagen que resume su día a día: en el jardín de su casa, hablando por teléfono, siempre activo. Foto: Daniel Pessah

–¿Boca? ¿Platense?

Ella respiraba hondo. El aire necesario para inflamar las palabras que venían: algo importante, dicho como para siempre.

–No, el amor. Lo más importante es el amor.

***

Es lunes. Es una mañana fresca, pero soleada. Las personas, las cosas, todavía luchan contra la inercia plácida del domingo. Estamos en el Colegio Carmen Arriola de Marín – arboledas profundas, edificios como cascos de estancia, alumnos con uniforme–. Aquí las cosas, la gente, parecen estar muy en su lugar. Hasta que llega Juan.

Juan –camisa a cuadros saliéndose del pantalón, jeans flojos, algo caídos y con manchas de pintura roja, cinturón largo que le cuelga de un costado y mocasines con mucho camino andado– llega arrastrando unas bolsas con frazadas. Lo sigue, algo desconcertado, un empleado –portero, maestranza, seguridad–. Sin dejar de avanzar, Juan busca su mirada. Le habla con autoridad.

–No te preocupes por el quilombo. Yo estoy acostumbrado a hacer quilombo… Pero sin nervios… Esto tiene que ser con alegría. Con alegría...

Y tira, con toda la alegría que puede, su carga en medio del patio parquizado. Ahí un grupo de cincuenta alumnos del colegio escucharán respetuosos a ese hombre de cabello entrecano, ojos celestes y bigote pelirrojo, que suelen ver en la tele. Escucharán sobre el temporal de los últimos días y sobre la necesidad de ayudar a las víctimas. Escucharán sobre cómo subir el pedido a sus redes sociales ("pidiendo fácil y concreto, porque en Internet la gente está en cualquiera").

Juan saca fotos con su celular y pedirá –siempre se puede pedir más– que, ya que están, lo ayuden a llevar esas frazadas para allá. Allá es donde puedan ser vistas por otros. Allá, carnada para contagiar las ganas de ayudar.

Hoy es su primer día de trabajo en el Colegio Marín. Durante los últimos cinco años estudió y generó lo que llaman cultura solidaria en el colegio parroquial Santo Domingo Savio, en La Cava. Ahora, la diócesis de San Isidro, de alguna manera su empleador, lo transfirió a este lugar, en el extremo opuesto de las condiciones socioeconómicas.

Le dan, le prestan, una oficina y se mete como en su casa. Se sienta frente al escritorio de madera y vidrio, prende la computadora. Revisa su correo.

–¿Mate podemos tomar?

El mismo empleado de antes, su cara, un monumento al desconcierto.

–Bueno…, ¿trajeron mate?

–No… –dice Juan, la vista clavada en la pantalla–. En eso estamos desarmados.

Siempre se puede pedir más.

Un improvisado equipo de mate no tarda en llegar. Lo trae una chica. Juan la recibe con pompas. Dice que muchas gracias. Dice que cómo es tu nombre. Dice que un gusto. Y le da un beso.

Finalmente se acomoda. Y propone, se propone, algo que cumplirá sólo a medias.

–Vos preguntá y yo respondo…

***

El hombre se ha vuelto un experto francotirador. Sabe disparar las respuestas que a los medios les gusta publicar. Sabe, siente, que le regalan su atención y a cambio se entrenó para facilitar las cosas. Su discurso es una combinación de frases cortas, números y porcentajes, historias que conmueven. Difícil no caer en la tentación de desgrabarlas textuales. Habrá que luchar con su habilidad para desintegrarse, para perderse en el discurso hasta desaparecer. Para volverse menos, mucho menos, que un mero canal comunicador. Habrá que luchar para hablar de Juan Carr.

***

Antes de escuchar por primera vez aquello de que lo importante es el amor, Juan ya había escuchado sobre el hambre. Eran tiempos de hambruna en Biafra y de pósters (así se le llamaban) de Unicef con escenas de niños pobres en campos verdes. También escuchaba decir que él era un chico inteligente. Los exámenes hablaban de un coeficiente intelectual alto, pero no sabía muy bien para qué le servía. Sería, tal vez, una especie de consuelo que le ofrecían por ser hijo único o por ser, desde que tuvo 2 años, hijo de padres separados en tiempos en que semejante destino se llevaba como una cicatriz abierta en la frente. Desde que su madre –una mujer culta a la que le gustaban los idiomas– se había separado de su padre –un abogado que, como él ahora, quería cambiar el mundo– vivía en un universo habitado por fuertes presencias femeninas: su mamá, su abuela y su tía. Para contrarrestar tanta contención, su madre decidió introducirlo en otro mundo: el de los boy scouts.

Después fue, como suele ser, una cuestión de superposiciones. Un poco de la cultura scout, con aquello de siempre listos y la buena acción del día. Otro poco de educación laica en una escuela sarmientina. Y, más adelante, un colegio católico de padres pasionistas con una concepción mística de la solidaridad. Capa tras capa, era preparado para ser lo que se llama un buen hombre. Tanto que, harto de escuchar sobre el amor al prójimo y ansioso por ponerlo en práctica, lo primero que hizo el día que cumplió 18 años fue ir a donar sangre. Dos meses después misionaba con los indios wichis y pilagás, en Formosa.

A esa altura ya tenía algunas certezas: se había creído lo de su inteligencia y sabía que la quería usar para ayudar a otros. Quería, cambiar el mundo, así, grande: caaambiaaar el muuundooo. Y se le antojó que la manera más básica, ambiciosa y animal de cambiar el mundo y ayudar a otros era combatiendo el hambre. El hambre. Así de grande.

Trabajó de plomero, fue profesor de Biología y Química y se recibió de veterinario. Se hizo veterinario, dice, porque son los veterinarios, los agrónomos y los médicos los que saben cómo un aminoácido se va a convertir en proteína en su paso de la tierra a la raíz, de la raíz a la hoja, de la hoja a la panza de una vaca y de la vaca a la panza y al cerebro de un chico desnutrido. Se hizo veterinario para combatir el hambre.

***

Es jueves. Es una tarde soleada, pero fresca. Estamos en el hogar de tránsito Cura Brochero, un lugar para gente en situación de calle. La casita es un típico chalet de Vicente López con un atípico mural del artista plástico Milo Lockett en la entrada. En la entrada, al lado del mural, dos hombres sentados. Parece que esperaran algo. Parece que no supieran qué. Un empleado abre una compuerta que hace de mirilla, pregunta quién es y exagera una queja no muy creíble.

–Juan siempre cita gente acá y no avisa.

Adentro, paredes con revoque a la vista, con crucifijo dorado, con carteles que dicen baños, comedor, cuartos y recepción. Adentro, olor a gas, a comida, a jabón de al por mayor. Adentro, la radio prendida: Jorge Lanata habla de los millones de dólares que alguien gastó en algo.

Hay un sillón viejo con pilas de ropa doblada y etiquetada. Una mesa tapada de papeles. Un termo, un mate. Sillas, de diferentes juegos. Hay armarios de chapa con candados. Colchones. Una pila de toallas limpias y gastadas. Toallas, de diferentes juegos. Hay estatuilla de la virgen. Estatuilla de la Madre Teresa. Estatuilla del cura Brochero. Una remera de los Pumas firmada y enmarcada. Santos, de diferentes juegos.

Todo tan quieto, todo tan callado. Hasta que llega Juan. Se mete como en su casa. Se sienta frente a una computadora. Revisa su correo.

Dice cómo es esto, su vida.

–Esto es como un caos ordenado… Si a la realidad la enfrentás caóticamente, te pasa por arriba, pero también si la enfrentás organizadísimo…

Entre el orden y el caos propone que vayamos a una escuela, acá cerca. Y ahí nos sentamos a charlar, dice.

En la escuela, una oficina triste: dos sillas, un escritorio y una ventana que casi no es.

–Lo lamento, pero hoy vamos a tener que hablar de Juan Carr.

–Adelante. Mi mujer y mi terapeuta dicen que soy huidizo, pero no es para tanto.

***

Si pudiera aplacarse, mostrarse calmo, sosegado. Si no tuviera tanta alegría de vivir. Si hiciera un esfuerzo para que el peso de la vida y el dolor de los otros se le notara más en los hombros y en la cara. Si articulara un discurso repleto de silencios y medios tonos, inflexiones de la voz. Si dijera yo en vez de nosotros. Si se mostrara más prolijo, más ordenado, menos impulsivo. Si posara un poco más su capacidad de reflexión. Si posara un poco más ante las cámaras. Si posara un poco más.

***

Transcurría 1983. Juan y María salían hacía un año. Y todo se detuvo. Todo se mezcló en una maraña sin tiempo. Todo, sarcoma. Todo, linfoma no-Hodgkin. Todo, hay que abrir. Todo, quimioterapia. Todo, tumor. Todo, tres meses de vida. Todo, estar en manos de Dios.

Fueron cinco años que Juan le dedicó a retener la vida, eso que se da por sentado, por retenido. Controles cada mes, cada dos meses, cada seis meses y cada año. En marzo de 1988, el último. En septiembre de ese año; como todo indicaba que, al final, no se iba a morir, se casó con María. Lo que sí, decían los médicos: no iba a poder tener hijos. Después tuvieron cinco.

***

Encerrado en la oficina del colegio, Juan se preocupa porque la historia de su tumor no se lea, no se escriba, como una película épica de Hollywood.

–No quiero que nadie sienta que se abre una puerta, lo enceguece la luz y aparece alguien que camina a un metro del suelo. Yo le temo a eso… Hay como un olor a personalidad superespecial, casi mágica, que no me gusta.

También se preocupa porque en ese cuartito empieza a faltar el aire. Trata de abrir la minúscula ventana y en el intento se le cae el barral de la cortina. Los problemas de todo el mundo.

–Yo tengo los problemas que tiene todo el mundo. De personalidad especial, nada. Todavía no pagué las últimas dos cuotas del colegio de mis hijos. Tengo unas goteras en mi casa… Lo que sí puedo decir es…

Antes de decir lo que sí puede decir, un silencio poco habitual.

–Puedo decir que en la situación de sufrimiento me volví muy respetuoso del dolor de los demás. Y que reafirmé todos los sueños que tenía. Reafirmé un estilo de vida cristiano. Reafirmé mi fe. Y seguí pensando que no es justo que alguien duerma en la calle y tenga frío, que no es justo que alguien no se trasplante porque falta un órgano, que no es justo que un chico no pueda acceder a la Universidad. En todo eso ya creía, y menos mal, porque lo confirmé.

Si parece que no nos morimos, dice que pensó, vamos a retomar donde estábamos.

***

Y un día, sin querer, Juan puso a prueba su ego. Creó, con cinco amigos, la Red Solidaria y se arriesgó a convertirse en un personaje público. Ser menos Juan y más Juan Carr.

La Red Solidaria fue desde el principio: conectar a personas que tengan algo de tiempo disponible para que vinculen, a su vez, a quien sufre una necesidad con quien pueda ofrecer una solución. Hasta ahí, una forma más de voluntariado. Fue con la participación en un programa de radio que los cinco fundadores descubrieron la palabra mágica: comunicación. Si cada vez que alguien de la red aparecía en un medio, los teléfonos explotaban de llamadas, había que aparecer más. A fuerza de verborragia, de claridad conceptual, de calentura, Juan fue el que más apareció. Y empezó a ser Juan Carr, el de la Red Solidaria.

Diecisiete años después habla de nosotros, pero es él el que intenta volver a ser cualquiera.

–Es que nosotros somos cualquier persona, somos los cualquieras. La red es un modelo para que la gente común haga. La gente común puede traer una frazada, mandar por e-mail la foto de un chico perdido, ser donante de órganos…

Volver a ser lo que más le gusta: Juan, a secas.

–Y cuando se hace mucha comunicación o una tapa de LNR no parecés alguien común, nadie te puede imitar. La comunicación te descualquieriza.

Juan, a secas.

Sintió que lo logró una noche fría y lluviosa. Estaba disimulado entre un grupo de voluntarios que entregaba abrigo y comida a gente en situación de calle. Y una voluntaria muy joven se puso a explicarle qué era la Red Solidaria. A él, a Juan Carr, a Juan, a secas.

–Fue un momento mágico. Alguien me explicaba en la calle lo que habíamos soñado hacía años… Me lo explicaba perfecto.

***

La casa de Juan Carr es un portón blanco en una calle interrumpida por las vías del tren. La casa es –blanco, cemento alisado, madera y vidrio– una casa de revista de decoración. La casa es –pared marcada, sillón gastado, parque con cañas crecidas y cosas fuera de lugar– una casa de la vida real. La luz que entra por las ventanas, los colores pastel de los cuadros pintados por María, la gente que entra y sale todo el tiempo, el mate siempre listo…, hacen que uno se sienta a gusto en la casa de Juan Carr.

En la mesa del comedor está María, la mujer de Carr. Está con Alejandro, su primo. Alejandro tiene 36 años, a los 18 tuvo un ACV que lo dejó como está ahora: volcado en una silla de ruedas, sin habla y con sus movimientos muy limitados. Como está ahora: el rostro, pura luz, algo, un reflejo, parecido a la alegría. Como está ahora: ojos que sí pueden hablar.

En poco tiempo la mesa se llena de comensales: Juan, María, Alejandro, tres colaboradores de la Red y la mamá de Alejandro –pelo blanco inmaculado, delantal de cocina–. Carr agarra la guitarra, pone un cancionero en su laptop y trata de cantar algo. Pronto se aburre y deja la guitarra a un lado. Son las cuatro y media de la tarde y María improvisa un almuerzo con lo que había en la heladera: arroz yamaní, carne fría, verduras, queso cremoso y cerveza. En la cabecera de la mesa Alejandro duerme volcado sobre el brazo de su mamá.

***

Yo, Juan Carr, doy diez batallas por día. Pierdo ocho, empato una y gano una. Pero por esa que gano traeme sidra para celebrar. Yo, Juan Carr, tengo la derrota garantizada. Y lo digo con alegría, no me deprimo. Hay un chico que se trasplantó, pero hay 6700 que esperan. Yo, Juan Carr, soy pedante. Cuando me pongo humilde es porque lo laburo, pero también porque la realidad me humilla todo el tiempo.

Yo, Juan Carr, tengo que estar todo el tiempo con el pie en el freno. Del dolor, lo más cerca necesario y lo más lejos posible. Ya sé lo que es la sensibilidad de la gente: aprendí a llenar un estadio de gente que brama y grita solidaridad, solidaridad y le caen lágrimas por las mejillas, pero se apagan las luces y todo, todos, vuelven a la normalidad. Y yo necesito que no sólo se emocionen, sino que se comprometan.

Yo, que quería cambiar el mundo desde que tenía 4 años fui muy respetuoso de todos los pasos que tenía que cumplir. Tenía que trabajar, trabajé. Tenía que estudiar, estudié. Tenía que convertirme en un profesional, fui profesional… Todo lo que tenía que ser lo fui. Todo lo formal lo cumplí. ¿Vieron que lo podía cumplir? Bueno, ya está, ahora tengo que cambiar el mundo.

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Marcelo López Birra es director del Colegio San José de Calasanz y de la cátedra Educación para la Paz y la Comprensión Internacional de la Unesco. Fue quien nominó por quinto año consecutivo a Juan Carr para el Premio Nobel de la Paz.

La nominación presenta a Carr como un modelo a seguir. Como alguien que es sinónimo de solidaridad en la Argentina. Y como creador de un modelo, replicable a muy bajo costo en todo el mundo, que modificaría la realidad de mucha gente.

Por ahora son 231 personas o instituciones de todo el mundo las aceptadas en la nómina de postulantes. A partir de ahora, tres instancias, internas y secretas, de filtrado. Hasta conocer, el 12 de octubre, el nombre del próximo premio Nobel de la Paz.

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María tiene las cejas fuertes, la cara fresca, los dientes muy blancos y los ojos miel. Habla con una dulzura sin almíbar. Parece simple, sin dobleces.

Debería ser la persona indicada si uno quisiera conocer el lado malo del bueno de Carr: ella espera cuando su marido se empecina en ayudar a una viejita que vio cargando bolsas por la calle. Ella tolera las escandalosas interrupciones de su celular. Ella para porque a él le pareció que se acababan de cruzar con alguien que tenía un problema. Ella sostiene al que sostiene a otros. Ella y nadie más que ella, tan armónica, delicada, tiene que convivir con ese estilo que es la falta de estilo de la ropa de Carr.

Pero María no tiene quejas.

Si hay un hombre que acepta acercarse al dolor de los otros sin miedo a intoxicarse, un hombre tan íntegro y tan demente que se propone, que realmente se propone, cambiar el mundo, María es el tipo, probablemente el único tipo de mujer que tiene que tener al lado.

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Cuánto alivio daría. Si Juan Carr fuera algo especial, único e irrepetible. Qué alivio, alguien que se ocupe de hacer lo bueno mientras los demás hacemos lo que podemos. Qué alivio, alguien que corporice de semejante manera el concepto de solidaridad. Qué alivio, alguien que se encargue de cambiar el mundo, eso que los demás no hacemos por falta de tiempo y de dinero. Si fuera un santo, si fuera un prócer, si fuera el hombre más bueno del mundo, qué alivio.

***

María acepta el juego: busca qué contar sobre su marido. Algo que lo humanice.

–Va al supermercado y tarda tres horas. Compra cualquier cosa. Compra de lo que hay donde está parado, trae carne y no entra en el freezer. Un desastre.

María se ríe. Tocan timbre. Es Juan, otra vez perdió las llaves.

–El todavía no entiende por qué lo conocen en la calle. Sale en todos los noticieros y se sorprende de que lo conozcan.

María se ríe. Juan prende la computadora.

–Cuando sale en la tele pone las manitos acá adelante y baja los hombros. Yo le digo: Juan, te parás como pobrecito y no queda.

María se ríe. A Juan le suena el celular y sale hablando.

–Es plomero, pero cada vez que arregla un caño lo hace hablando por teléfono y al final hay que llamar a alguien para que lo repare.

María se ríe. En el ventanal, a sus espaldas, Carr anda por el parque. En una mano el celular, en la otra un serrucho. Mientras habla, corta, mal, las cañas.

***

Si entendiera que el dinero es un tema.

Carr vive de sus dos trabajos: el de los colegios parroquiales y el de Mundo Invisible, una agencia de comunicación creada para difundir noticias sociales que está sostenida por patrocinadores.

Si le diera miedo la pobreza.

–Yo no voy a ser pobre nunca. Vivo en una casa que tiene algunas goteras y si me quiero ir a Europa mañana, no puedo. Pero no me puedo quejar, ni me interesa. Yo ni nadie de la clase media a la que pertenezco vamos a ser pobres nunca. El tema no es el dinero. No lo es.

Si se conformara con pedir dinero.

–Yo no necesito mucho dinero. Necesito el compromiso. Necesito: la donación de órganos, la donación de sangre, la donación de médula ósea, un abrazo para el tipo que está mal…, nada de dinero. Cuanto más lejos esté el dinero mejor. Este mundo, que fabrica las mejores armas nucleares para aniquilar a otros, está gobernado por los que sacaron diez en economía. Así que ese camino ya lo probamos. Hay que ir por otro…

***

La parroquia del padre Juan Gabriel Arias es blanca y celeste. La luz filtrada por dos grandes vitraux tiñe el antiguo baptisterio cuando el cura habla de la magnanimidad de Juan Carr. Mientras dice que Carr tiene la virtud de hacer cosas grandes. Mientras dice que Carr es más religioso que él, que tiene más vida espiritual que él.

–Juan es un Evangelio vivo. Una persona que no leyó nunca el Evangelio puede verlo a Juan y bueno…, así es el Evangelio. La vida se trata de esto.

***

Hay una canción de Silvio Rodríguez que a Juan Carr le gusta mucho.

Debes amar, / la arcilla que va en tus manos, / debes amar, / su arena hasta la locura / y si no, / no la emprendas / que será en vano.

Sólo el amor / alumbra lo que perdura, / sólo el amor / convierte en milagro el barro.

Debes amar, / el tiempo de los intentos, / debes amar, / la hora que nunca brilla / y si no / no pretendas tocar lo cierto. / Sólo el amor / engendra la maravilla, / sólo el amor / consigue encender lo muerto.

***

Daniel Goldman es rabino de la comunidad Bet-El. Es también un hombre de grandes, de profundos silencios. Tiene la barba canosa, los anteojos de carey muy chiquitos y la campera Nike.

Las mejores definiciones sobre su amigo Juan las dará sin hablar: las pausas, las miradas, la emoción. Incondicionalidad hecha gestos. Después, cuando hable, tratará de resumir.

–La tradición judía dice que el mundo se sostiene gracias a 36 justos. Yo no sé decir si Juan es el más bueno del mundo, pero te aseguro que es uno de los 36 justos. Gracias a Juan y 35 personas más, que yo no conozco, el mundo se mantiene. Conozco a uno… Y conocer a este uno a mí me hace celebrar la vida.

***

Yo, Juan Carr, sé que el dolor manda, que el que sufre sabe. Que acercarse al que sufre es como entrar a un templo. Que el dolor desencaja y no da la frialdad para calcular. Pero que el que sufre sabe, más que yo, más que todos.

Yo sé que frente al dolor del otro soy una anécdota.

***

Era el entierro de su madre. En el cementerio, pocos, los íntimos. El rabino Daniel Goldman y el cura Juan Gabriel Arias fueron los que pusieron las palabras. Juan, el gesto.

Juan –esa mezcla de dolor sereno de los que creen– agarró su guitarra. Se sentó –las piernas colgando en la tumba abierta– y cantó aquello de sólo el amor.

Aquello de amar el tiempo de los intentos y la hora que nunca brilla.

Aquello de que sólo el amor engendra la maravilla. Consigue encender lo muerto.

leonardo.sebastian.blanco@gmail.com

CINCO VECES JUAN

1. La Red Solidaria en la Argentina: en 2008, Carr dejó su dirección en manos de Manuel Lozano. Hoy la Red cuenta con, aproximadamente, 800 voluntarios en todo el país.

2. La Red solidaria en el mundo: Carr asumió la dirección de este proyecto para replicar el modelo de la red. "Estamos arrancando en Monterrey, Vietnam, Barcelona, Boston, Asunción, Santiago de Chile… Algunas ciudades de Uruguay, de Brasil...", dice.

3. Primer centro universitario de lucha contra el hambre: funciona hace tres años en la Facultad de Ciencias Veterinarias de la UBA. Es uno de los fundadores.

4. Colegios: bajo la órbita del obispado de la Iglesia Católica en San Isidro trabaja estudiando y generando la cultura solidaria en 7 escuelas de la zona norte, desde el Colegio Parroquial Santo Domingo Savio de La Cava hasta el Colegio Marín, en Becar.

5. Mundo invisible: hace un año Carr fundó con tres amigos una particular agencia de comunicación. "Estamos tratando de inventar la prensa de los pobres. Queremos pelear la tapa de los diarios de Hispanoamérica con temáticas solidarias. Que publiquen a la última estrella que ganó un Oscar, pero también al médico número uno en desnutrición. Descubrimos que en el mundo, los pobres, los postergados, no tienen prensa. Queremos darle visibilidad a los invisibles."

MAS INFO

www.redsolidaria.org.ar

Por teléfono: 4796-5828 /

www.mundoinvisible.com

lunes, 3 de abril de 2017

Un poco de historia: de dónde provienen las palabras “boludo” y “pelotudo”

En las Guerras de la Independencia, los gauchos argentinos peleaban contra un ejército de lo que en aquella época era el Primer Mundo. Una maquinaria de guerra con disciplina de las mejores academias militares, armas de fuego, artillería, corazas, caballería, el mejor acero toledano, etc.

Las-Montoneras1

Los gauchos argentinos (los montoneros), de calzoncillo cribado y botas de potro con los dedos al aire, sólo tenían para oponerles pelotas, piedras grandes con un surco por donde ataban un tiento, bolas -las boleadoras- y facones, que algunos amarraban a una caña tacuara y hacían una lanza precaria. Pocos tenían armas de fuego: algún trabuco naranjero o arma larga desactualizada.

boludo

¿Cuál era la técnica para oponerse a semejante maquinaria bélica como la que traían los realistas?

Los gauchos se formaban en tres filas: La primera era la de los PELOTUDOS, que portaban las pelotas de piedra grande amarradas con un tiento. La segunda era la de los LANCEROS, facón y tacuara, y la TERCERA la integraban los BOLUDOS con sus boleadoras o bolas.

boludo

Cuando los españoles cargaban con su caballería, los pelotudos, haciendo gala de una admirable valentía, los esperaban a pie firme y les pegaban a los caballos en el pecho, que de esta manera rodaban y desmontaban al jinete y provocaban la caída de los que venían atrás. Los lanceros aprovechaban esta circunstancia y pinchaban a los caídos.

Entonces, los boludos, que no eran tan boludos porque venían atrás, los rematan en el piso.

Allá por la década del ’90 (1890) un Diputado de la Nación aludiendo a lo que hoy llamaríamos “perejiles”, dijo que no había que ser pelotudo en referencia a que no había que ir al frente y hacerse matar.

Fue algo así como decir “no hay que ser estúpido”. Esta fue la segunda acepción que se le dio al término: 1º aguerrido 2º estúpido o similar. Con el tiempo se sumó a esta última clasificación la palabra boludo y el imaginario popular lo fue incorporando como al que los genitales grandes le impedían moverse con facilidad.

Luego se transformó en un insulto grave, de tal manera que íbamos a las manos si alguien nos lo decía.  Y nos fuimos olvidando del verdadero origen de la palabra.

boludoEn las dos últimas décadas, reemplazando a otros modismos del dialecto cotidiano argentino, (como el ¿“viste”? ó “a ver”…), los jóvenes intercalan cada dos o tres palabras un boludo, a veces por nada, a veces por respuesta, a veces en vez de decir “querido”, es decir que es un término de uso múltiple que no tiene el sentido original y que en realidad, no sabemos por qué lo decimos.

viernes, 24 de febrero de 2017

Reyes magos y reinas magas - Arturo Pérez-Reverte

Creemos que los niños son gilipollas. Que no se enteran. Que podemos engañarlos con facilidad, haciéndolos cómplices de nuestros prejuicios, torpezas y limitaciones. Pero nos equivocamos. Esos diminutos seres con cara de panoli son formidables desarrollando intuiciones magistrales y conclusiones perspicaces. Su capacidad de observación, de intuición extrema y casi animal, su honradez intelectual incontaminada por las convenciones sociales que más tarde acabarán atrapándolos, son asombrosas. Nadie tan coherente, recto y tenaz como ellos al construir mundos propios y defenderlos, aplicar el sentido común, ilusionarse con desafíos, razonar sobre evidencias. Tan consecuentes y honrados, a veces hasta la crueldad, con el mundo que ven o creen ver. Tan próximos todavía a las reglas naturales de la vida; a esas realidades inexorables que los adultos aún no hemos podido hacerles olvidar, ni enmascarar y manipular estúpidamente para ellos. O más bien para nosotros. Para nuestra comodidad y sosiego.

Me hace pensar en esto una moda reciente relacionada con la cabalgata de la noche de Reyes: confiar el papel de Melchor, Gaspar o Baltasar a una mujer. Todo, naturalmente, como cuota políticamente correcta: un tercio de sus majestades de Oriente, para cumplir con el qué dirán. Lo que se traduce en señoras disfrazadas de varón, con barba, corona y demás parafernalia. En los días siguientes al último de Reyes, algunos lectores y amigos me hicieron llegar cartas con sus opiniones sobre la cosa; y algunos, incluso, recortes de prensa con otras cartas publicadas en periódicos locales. Comentarios jocosos o indignados, según el talante de cada cual: mucha chufla y algún cabreo, como el de esa madre cuyo hijo de seis años, embozado con bufanda y gorro de lana bajo los que sólo podían verse sus ojos atónitos, le zarandeaba una mano gritando: «¡Mami, mami, ese rey es una mujer!».

No pasa nada, dirán algunos, por que un rey mago, incluso los tres, sea una mujer. Si ciertas señoras creen que su presencia ahí ayuda a conseguir más respeto para su sexo, pues oigan. Bendito sea. Adelante con los faroles. A fin de cuentas, una cabalgata de Reyes toca menos el rigor que el folklore. Puestos a disfrazarse y a dar espectáculo, sería como negarse a que en las fiestas de moros y cristianos, o en las de cartagineses y romanos -pura y divertida murga sana-, haya señoras que quieran salir de guerrero almohade o legionario romano. Allá cada cual con sus fiestas, sus disfraces y sus botas de vino. Otra cosa es cuando se trata de una reconstrucción histórica calculada y rigurosa, como Las Navas, el 2 de Mayo o la batalla de La Coruña, por ejemplo. Meter ahí a una señora de fusilero británico o de adalid navarro da el cante; quita credibilidad al asunto, porque en aquellos tiempos las señoras no andaban pegando tiros, asaltando trincheras ni dando espadazos a los infieles; y cuando ahora se escriben novelas o se hacen películas donde ocurre eso, tales películas y novelas suelen ser una imbecilidad perfecta.

El problema con los reyes magos es otro: la tradición se refiere a tres reyes varones. Y es la tradición precisamente, transmitida de padres a hijos, la que hace a los niños que aún conservan la inocencia adecuada esperar con ilusión la llegada anual de esos magos de Oriente, cuyos nombres y sexo conocen perfectamente, hasta el punto de que resulta imposible darles Baltasara por Baltasar. Y como los pequeños cabroncetes no tienen un pelo de tontos, en cuanto pasa por delante la carroza, huelen la tostada. Y se les fastidia así la fiesta, la ilusión, la fe en algunas cosas que, para bien de la Humanidad, es conveniente conserven durante el mayor tiempo posible, antes de que la vida les demuestre lo que hay bajo el cartón y el falso armiño de cada rey, mago o no mago. Y así, subida en una carroza, la reina Gaspara, o como se llame, puede que haga un favor enorme a la visibilización de la mujer; pero también estará reventando la ilusión, en su noche más hermosa del año, a millares de criaturas que, sintiéndose estafadas, se volverán a sus padres para denunciar, con justa indignación: «¡Papi, ese rey con barba es una chica!».

Así que ya pueden despedirse de la magia, nuestras criaturas. Darse por fastidiadas. En este país acomplejado y cobarde donde no caben un tonto, un sinvergüenza, un oportunista más, cualquier nueva idiotez triunfa que da gusto. Habrá polémica, claro. Sentido común versus matonismo ultrarradical. Acusaciones de machista intransigente a quien no trague. En consecuencia, las autoridades dispondrán cada vez más cabalgatas con la cuota adecuada de reyes y reinas, magos y magas, camellos y camellas, pajes y pajas. Todo sea por no discrepar. Y a los niños, pues bueno, pues vale, pues me alegro. A ésos, que les vayan dando.