sábado, 17 de septiembre de 2011

Mantener los platos girando.





 

Hace tiempo escuché una metáfora que me pareció muy interesante y didáctica. Metáfora en la cual me ha servido pensar en algunos momentos de dificultades y complicaciones.

A veces la vida se parece un poco a estos actos de artistas circenses en los que el desafío es mantener girando la mayor cantidad de platos, la mayor cantidad de tiempo posible. Distintos tipos de platos.

No siempre un plato representa algo malo, un problema. También hay platos que son cosas buenas, que nos ayudan, nos sirven. Pero a veces también, cada tanto, requieren un impulso.

Requiere mucha habilidad. La clave es decidir qué platos hay que mantener girando, a cuales hay que darles más impulso, cuáles están por caer, cuales todavía pueden seguir girando sin asistencia, y cuáles pueden seguir girando por sí mismos.

Y lo que es más difícil todavía, es entender y aceptar, que a veces no se pueden mantener todos los platos girando. Que hay límites y no somos omnipotentes. Algunos platos se caerán solos. Algunos los detendremos nosotros mismo. Y otras veces, no podremos decidir con cuál pasará, o con cuál haremos, lo sea más conveniente mejor hacer. Los que no se rompan, quizás, un día, podrán volver a girar.

Y también pasará que llegarán nuevos platos al escenario de nuestro espectáculo, a nuestra vida. Y otra vez tendremos que decidir. Arriesgar y apostar a que vamos a poder sumar esos platos a los que ya tenemos girando. O reconocer que no tenemos ya lugar para platos nuevos. O decidir que esos nuevos platos los queremos, son buenos para nosotros, pero que para puedan empezar a girar, habrá que dejar caer o detener otros. Y esos platos que eventualmente se incorporen, quizás, también, algún día dejen de girar.

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