Mi padre, luego de una vida de trabajo y sacrificio murió desocupado. Nada material dejó para dividir. Sin embargo, jamás me he cruzado con alguien que lo hubiera conocido sin que dijera: "Qué buen tipo era tu viejo". Guardo en mi corazón esa herencia benevolente que me ha dejado y, desde la admiración más profunda, fijo allí mi norte intentando dejar a mis hijos la misma huella. Por eso, cuando me pregunto "¿qué es ser un hombre?", no dudo. Un hombre es, antes que nada, un buen tipo.
A ustedes hijos míos, les digo lo mismo. No me importa qué consigan o qué tengan; sólo quiero morirme sabiendo que son buenas personas. Y sé que lo son. ¡Los quiero!
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