Borges en Radio-1979, por Vanesa Guerra
Del libro:
Borges el Memorioso- conversaciones de Jorge Luis Borges con Antonio Carrizo.
Año 1979 Buenos Aires Argentina
Fondo de Cultura Económica (1982)
Hago esta selección a modo de recomendación literaria. Carrizo recorre la obra borgiana junto con el autor, hombre capaz de desdoblarse una y mil veces en las diversas voces que lo habitan.
Pensar la obra de Borges, es también pensar la Obra en Borges. Esto significa que Borges también fue escrito por los máximos nombres de la literatura universal, digo: fue y ha sido escrito por la Obra de los otros. Esa escritura tan propia y ajena es, de manera abierta y de manera hermética, un poderoso testimonio siempre vivo de semejante proeza.
En este libro -que se deja leer y espiar en toda su vastedad- descubrimos al hombre como autor, como escritor, como lector, como pensador. Hay en él un efecto de enseñanza sin par, un espíritu de transmisión, un grato encuentro entre un entrevistador y un entrevistado que supieron amenizar el relato con la pureza de la inteligencia, el saber, el respeto, la escucha y el humor.
Borges habla de su obra paso a paso, la piensa la recuerda la olvida. Habla. Nos permite ver lo que ha visto, nos permite ver lo que ve sin ver.
El libro es el resultado de entrevistas radiales que se transmitieron durante el mes de agosto del año 1979 en Radio Rivadavia Buenos Aires, para el programa “La vida y el canto” que conducía el locutor Antonio Carrizo.
Para aquel entonces Borges cumplía 80 años.
Lo que sigue son poquísimos fragmentos de aquella producción.
Personajes
Carrizo- Usted una vez me dijo que el personaje literario mas apasionante que recordaba era Sócrates y agregó: “inventado por ese genial novelista llamado Platón”
Borges: Bueno, no. Es un plagio mío de Bernard Shaw. Boswell, decía, inventó a Johnson, los evangelistas inventaron a Jesucristo, Platón inventó a Sócrates... y luego él heredaba la sucesión apostólica. No, el caso de Macedonio, no.
Carrizo: ¿no lo inventó Borges?
Borges: No. En todo caso lo inventamos entre muchos. Entre ellos mi padre, por ejemplo. Mi padre, que tenía una veneración por Macedonio Fernández.
La épica
Borges: Cuando yo frecuentaba el cinematógrafo, cuando mis ojos podían ver, a mi me gustaban mucho dos tipos de películas: los westerns y las películas de gansters. Sobre todo los de Josef von Sternberg. Yo pensaba. Qué raro, los escritores han olvidado que uno de sus deberes es la épica y aquí esta Hollywood que, comercialmente, han mantenido la épica. En una época en que esta olvidada por los escritores; o casi olvidada. Y Hollywood ha salvado ese género. Ese género que la humanidad necesita, además. Usted ve que las películas de cowboys son populares en todo el mundo.¿Por que? Bueno, porque está lo épico en ellas. Está el coraje, está el jinete, está la llanura también. Todo eso las acerca. Y sobre todo a nosotros, sobre todo a los argentinos.
Carrizo: ¿Por qué necesita el hombre lo épico?
Borges: bueno... ¿por qué necesita el hombre el amor? ¿Por qué necesita el hombre la felicidad? ¿Por qué necesita la desventura? Es un apetito elemental, yo diría, el de la épica. La prueba está en que todas las literaturas empiezan por la épica. No se empieza por la poesía personal y sentimental. Se empieza por la loa del coraje. Se empieza por el elogio del coraje, por la alabanza.
La madre
Borges: Ella colaboró conmigo. Yo estaba dictándole un cuento que se titula La intrusa. Y todo dependía de la frase en la cual el mayor le dice al menor que ha matado a la mujer. Yo no sabía como dar con esa frase. Mi madre estaba siguiendo el dictado, muy desagradada -vos siempre con tus guarangos y tus cuchilleros- pero había entrado en el cuento. Yo le dije: “ahora llega el momento... aquí esta toda la suerte del cuento. Depende de las palabras con las cuales el mayor le dice al menor que él ha matado a la mujer que quieren los dos”. Mi madre me dijo: “dejame pensar”. Y luego con una voz del todo distinta, agregó: “Ya se lo que le dijo”. Como si hubiera ocurrido el hecho. Bueno, escribilo entonces, le dije yo. Lo escribió y me lo leyó: “A trabajar hermano, esta mañana la maté”. Y ella encontró la frase. Y sin esa frase, que fue muy elogiada después, el cuento se hubiera caído a pedazos. Y era de ella. Luego me dijo: “Espero que esta sea la última vez que tratás estos temas” Claro, si, porque a ella no le gustaban, le parecía que era absurdo todo eso. Además decía que todos los guapos eran flojos, que yo admiraba absurdamente a impostores.
Leopoldo Lugones
Carrizo: atacaban mucho a Lugones
Borges: ¡Desde luego!
Carrizo: Era como un deporte nacional atacar a Lugones, parece.
Borges No, yo no creo. Creo que era algo más... desde luego mas hondo. Creo que todos sentíamos la gravitación de Lugones y queríamos librarnos de ella. Todos huíamos de Lugones y nos acercábamos a él, al mismo tiempo. Aquel poema de Emerson, tan lindo sobre el Brama, que dice: Cuando huyen de mí yo soy las alas. Es terrible. Parece una pesadilla. When me they fly, I am the wings. Bueno, cuando nosotros huíamos de Lugones... caíamos, y volvíamos a Lugones. El ultraismo era la vuelta a Lugones.
Las cosas
Borges: creo que es un tema esencial. El de las cosas, el de las cosas que perduran, que perduran más allá de nuestra muerte, y que nos ignoran, sin embargo. No tienen la menor idea de quiénes somos.
Carrizo: Lo que pasa es habrán sido cosas de Borges y quizá integren colecciones. (sonríe)
Borges: Bueno, eso...¡Caramba, no sea pesimista! Esperemos que no haya colecciones cuando yo muera. Yo creo... yo espero llegar a una edad sin aniversarios, sin colecciones, sin museos. Tengo un cuento que se titula Utopía de un hombre que está cansado, en el que se supone que todo hombre se dedica a la música, que todo hombre es su propio Brahms; que todo hombre se dedica a la literatura, que todo hombre es su propio Shakespeare. Y luego cuando muere, se destruye toda su obra, porque todo hombre es capaz de producirla. Y no hay clásicos, y no hay memoria, y no hay bibliotecas, desde luego. Porque todo hombre puede producir una biblioteca, o puede producir una galería, o puede elevar una estatua o construir una casa. Que el arte sea una preocupación, sea una ocupación de todo individuo. Y entonces ya se borrarían esas molestias: las historias de la literatura, las bibliotecas, los museos , las colecciones... Bueno, no hablo de bibliófilos... Yo pensaba, se me ocurrió esta mañana, que quizá el ideal sería un mundo del todo anónimo. Que no hubiera nombre de países, por ejemplo, que solo sirven de pretexto para las guerras. Que no hubiera... que ningún hombre tuviera nombre. Que todo libro que se publicara fuera anónimo. Que no hubiera ni éxito ni fracaso. Y, sería mejor, que no existiera ni la pobreza ni la fortuna.
Carrizo: pero no podría llamarse Don Quijote, Don Quijote.
Borges...
Carrizo: porque todo hombre debería ser anónimo.
Borges: si claro. Y la obra artística tendría que perecer con quien la hecho. Porque si no... qué quiere decir eso? Quiere decir que ahora no podemos repetir los libros antiguos. Recuerdo cuando los alemanes bombardearon la catedral de Reims. Todo el mundo protestó y Bernard Shaw dijo: “No, está muy bien que se destruya. ¿Por qué vivir de la Edad Media” sonríe Y tenía razón. ¿Para qué vivir de obras de arte ajenas y antiguas? Que cada hombre construya su catedral.