martes, 20 de diciembre de 2011

Soy tu

[Soy tu – Sergio Sinay 18 de diciembre 2011 – LNR http://www.lanacion.com.ar/1433369-soy-tu]

El planeta está habitado desde hace pocas semanas por 7 mil millones de personas. No hay dos iguales, no las hubo jamás. Todo vínculo se construye entre seres diferentes. Al ser cada uno único y singular se convierte para el otro en un misterio. Cuando lo advertimos, nos conmueve la experiencia de la diversidad y nos asombran los puentes a través de los cuales accedemos al otro y él a nosotros. El orientalista español Ramiro Calle recoge en Los mejores cuentos espirituales de Oriente la historia de un discípulo que inútilmente golpeaba noche a noche a la puerta del yogui que era su maestro. "¿Quién es? -preguntaba éste-, soy yo -era la respuesta- vete, no estás preparado, regresa en un año, luego de retirarte y meditar. Tras un año recluido en un bosque, solo y dedicado a una profunda introspección, el discípulo regresó y golpeó a la puerta- ¿quién es? -preguntó la voz del maestro- soy tú. La respuesta esta vez fue- entra, estás preparado, no había espacio para dos yoes." En efecto, donde hay un yo, es imprescindible un tú. Uno es condición de la existencia del otro.

Soy tú es bastante más que una frase. Quien la pronuncia puede reír con la alegría del otro sin envidia ni reparos, haciéndola propia. Y puede sentir el dolor en su propia carne cuando el otro sufre. No es necesario alcanzar la santidad para experimentar esto. Es cuestión de entrenar la capacidad de mirar más allá de nuestro ombligo, hacia ese horizonte en el que empiezan a aparecer los otros y a ser nuestros interlocutores, acompañantes, guías, confidentes. Al tener registro de ellos aumenta la posibilidad de entender qué y cómo sienten y advertir, como consecuencia, qué sabemos de esos sentimientos y sensaciones porque los hemos experimentado. Esto elimina la indiferencia y se llama empatía. El término fue instalado en la psicología por Heinz Kohut (1913-1981), psicoanalista austríaco que realizó profundos estudios del fenómeno opuesto a la empatía: el narcisismo. Para el narcisista nada cabe en su horizonte más que él mismo y su propia imagen, que ve reflejada en todo hasta que, absorbido por ella, sucumbe. Los narcisistas nos rodean y algunos son personajes prominentes de la política, la farándula, el deporte. Se los reconoce fácilmente.

Podemos conocernos olvidando al otro, prescindiendo de él, salteándolo. O podemos conocerlo para conocernos, o conocernos para conocerlo, hasta que nos duela lo que le duele. Es un proceso alquímico en el que descubrimos que cada persona es una manifestación única e irrepetible de la misma materia prima. Lo humano. Que el otro sea diferente pero no ajeno es un misterio. Nos necesitamos mutuamente para existir. Reconocer al otro y a esta necesidad es la piedra basal de la moral. Ella remite a los deberes que tenemos hacia el otro. De ahí el anhelo de saber más de él.

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