Uno de los grandes dolores humanos en cuanto a los vínculos es seguir esperando peras de un olmo. Este refrán español resume perfectamente lo que sentimos al querer cambiar al otro, al querer que el otro reaccione, sienta, haga lo que nosotros haríamos, expectantes, desilusionados, victimizados por ese Olmo malvado que supuestamente nos retiene las preciadas peras.
La realidad es que no está en su naturaleza generarlas. Y el Olmo se siente tan mal como nosotros, porque no puede hacer algo que no está en su esencia. Tanto el que espera las peras como al que se las piden, sienten mucho dolor e impotencia. Porque nadie acepta al otro, se generan enojos, manipulaciones, impotencia, malestar, ira y bronca.
Son tiempos para aceptar. Tiempos para darnos cuenta que seguir energéticamente tratando de encajar llaves en puertas sin cerrojo nos está dejando cada vez más exhaustos, y ya no es por ese lado la búsqueda. Aceptar al otro, sin querer cambiarlo, aceptar que la visión del mundo, los deseos, el libre albedrío del otro le pertenece al otro y no a mí, es un gran acto de amor. Aceptar que elijo seguir en esa situación, aceptar que siempre las elecciones son mías.
Padres que no aceptan a los hijos, hijos que no aceptan a los padres, parejas que no se aceptan entre sí, siempre la tensión, el rechazo y la no aceptación de la esencia del otro como base.
Hoy abrazo al Olmo con amor, y dejo de pedirle que me dé algo con lo que no cuenta entre sus recursos. Y vuelvo a mí, y empiezo yo a dar esos frutos que busco en huertas ajenas.."
domingo, 6 de enero de 2019
No se le pueden pedir peras al olmo
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